Los nombres de los vascos

Manuel Montero, EL CORREO, 31/7/12

La singularidad vasca desde el punto de vista de los apellidos no consiste en la primacía de los euskéricos, sino en la presencia de apellidos con origen distinto

En el País Vasco hay una especie de culto soterrado al apellido euskérico, que representaría la autenticidad. O no tan soterrado, por el hábito (no sólo nacionalista) de lucir el apellido vasco si se tiene, o cambiarles el orden, para representar oriundez. Al margen de esto, se supone que el mayor peso social lo tienen los apellidos vascos, identificándose los castellanos –este artículo entenderá como tales los que suelen percibirse así, sin entrar en la exactitud de la impresión– como una especie de planta exótica, testimonio de origen foráneo, por mucho que se intuya que su presencia local tiene unas cuantas generaciones. El apellidismo sabiniano quedó superado hace tiempo, pero quedan secuelas. Entre los políticos nacionalistas la presencia de los apellidos vascos es masiva, mucho mayor que la que tocaría según la proporcionalidad y la verosímil relación ideológica.

El imaginario por el que los apellidos vascos tienen una neta preeminencia es inexacto. Como en el conjunto de España, el apellido con una mayor presencia en Euskadi es García. Las probabilidades de que un vasco se apellide así son cinco veces superiores a la de que tenga el apellido vasco más usado, Aguirre. A García le siguen, en este orden, Fernández, González, Rodríguez y Martínez. Aguirre y Etxebarria, si se unifican sus respectivas grafías, ocupan los puestos 15º y 16º. Son los dos primeros apellidos vascos que aparecen. Así lo muestra el análisis de la fuente del INE, sobre apellidos y nombres más frecuentes.

La circunstancia se repite en las tres provincias. En Álava los Aguirre y Salazar, los primeros apellidos vascos, ocupan los puestos 22 y 23. Como cabía esperar, en Guipúzcoa la presencia de apellidos vascos es mayor. Los más frecuentes son Larrañaga y Garmendia, que ocupan los puestos 12 y 13, aunque si se consideran juntos los Echevarría, Etxebarria y sus distintas grafías serían el número 10. En Vizcaya los Bilbao y Uriarte, los primeros de origen vasco, son respectivamente el 13º y el 24º.

Los diez apellidos más frecuentes, los arriba mencionados más López, Sánchez, Pérez, Gómez y Martín, son los mismos que en el total de España. Ha de tenerse en cuenta, sin embargo, que la población de apellido euskérico presenta una mayor dispersión. Su peso conjunto es mayor que el que sugiere el contraste entre los apellidos más usados. No obstante, la presencia de apellidos ‘castellanos’ es más que notable, no una parte marginal de los nombres vascos. Sin un análisis exhaustivo, superfluo a estos efectos, basta considerar que en España los diez apellidos más usados son el 18,2 % del total. En el País Vasco su peso es menor, pero suponen el 14,2 %, que en Guipúzcoa baja al 11,1 %. Si son representativos del porcentaje de personas con apellidos castellanos, supondría que la presencia de éstos es un 21 % inferior al que tienen en el conjunto de España. Es una diferencia importante, pero no justifica la imagen de mundos contrapuestos (a no ser que se considere que la procedencia castellana es ilegítima, pero eso es harina de otro costal).

La singularidad vasca desde el punto de vista de los apellidos no consiste en la primacía de los euskéricos, sino en la presencia de apellidos con origen distinto. Los apellidos más frecuentes son los mismos que se dan en el conjunto de España, pero los de origen vasco tienen peso en las tres provincias, mayor en Guipúzcoa. Que esta convivencia coincida con un imaginario que entiende como extraños o impropios los apellidos más frecuentes entre los vascos constituye otra particularidad.

Las estadísticas sí informan de una circunstancia que sí resulta peculiar. No la encontramos en los apellidos sino en los nombres que se da ahora a los recién nacidos. En esto las diferencias con el resto de España son profundísimas. Reflejan la búsqueda de la singularidad, el éxito de las imágenes vasquistas sobre los nombres vascos o el cambio general de gustos al respecto. En 2010 los más usados en España eran, para niños, Daniel, Alejandro, Pablo y Hugo; para niñas, Lucía, Paula, María y Daniela. Ninguno está entre las preferencias actuales de los vascos. Ganan, respectivamente, Markel y Ane. Y siguen, entre los niños, Iker, Jon, Unai y Oier. Para niñas, June, Irati, Uxue y Naihara. Entre los diez nombres más usados para niños y niñas sólo hay una coincidencia con los que tienen más éxito en el conjunto de España. Es Lucía, pero figura en el puesto décimo de la elección vasca para niñas. Eso sí, se comparte el gusto por los nombres cortos, sonoros y nuevos, apenas usados las décadas anteriores, pero se opta masivamente por los nombres considerados vascos.

La imagen es precisa. La combinación de apellidos de evocaciones euskéricas y castellanas coincide con la elección actual de nombres nítidamente vascos, que por otra parte experimentan una rápida renovación, pues en esto los gustos no sobreviven muchos años. La contundencia de los datos sugiere una opción general por la singularidad local. La generalización del fenómeno sugiere que esa opción no coincide por ahora con otras elecciones identitarias. O quizás éstas van ganando terreno y está teniendo éxito la construcción de una sociedad diferenciada en todos sus detalles. Al menos en los nombres de los vascos, ya que en los apellidos, de más difícil cambio, la realidad no coincide con el imaginario. A lo mejor una parte de la sociedad vasca llega a considerar impropio su apellido. Esto no sucederá en el futuro con los nombres, si continúan las aficiones identitarias.

Manuel Montero, EL CORREO, 31/7/12