O hacemos retórica o describimos la realidad. Siempre que un líder político se refiere a la salvación de España está defendiendo su culo. Viene de lejos. Varias generaciones crecimos con ese empeño retórico de la defensa de España, la salvación, su grandeza, y demás artilugios para encubrir una verdad incontrovertible. Fuera lo que fuere, todo pasaba por la evidencia del asentamiento de un culo. Sólo le faltaba a Pedro Sánchez el último recurso retórico y ahí lo tienen, exhibiéndolo. “Es en el nombre de España, en el interés de España…” que me vais a nombrar presidente. Lo demás es retórica, farfolla, desvergüenza, jurisprudencia afeitada, encaje institucional, en fin, como cada uno quiera designarlo.
En nuestra etapa democrática nadie había llegado tan lejos, eso es verdad. Queda para los historiadores futuros describir cómo una sociedad se dejó engatusar por un gañán, pero no se quejen, porque hay una buena parte de españoles que le ven cierta gracia al asunto ese de un “gobierno progresista” y que se asustan mucho cuando les amenazan con la derecha autoritaria. En el fondo estoy seguro que hacen como si se lo creyeran, porque lo que les gusta es alguien que garantice que lo suyo no se tocará, que se puede ser a la vez “progresista” y “reaccionario”. Lo dejó muy clarito el líder: hay que hacer virtud de la necesidad. Lo más virtuoso es garantizar el poder hasta el límite de lo posible. El lado pernicioso del asunto es que en esta ocasión los límites se adentran en un embrollo político de tal envergadura que lo cuestiona todo.
Queda para los historiadores futuros describir cómo una sociedad se dejó engatusar por un gañán, pero no se quejen, porque hay una buena parte de españoles que le ven cierta gracia al asunto ese de un “gobierno progresista”
Me van a permitir en aras de la claridad que abandonemos la retórica y nos limitemos a la realidad. No a lo que va a ser de España sino de lo que sucede a los españoles un poco más acá de los discursos. A estas alturas de la película nadie puede llamarse a engaño si no quiere, por más que sé que los recursos de autoprotección son infinitos y suelen sacarse a colación cuando la evidencia no puede ocultarse. Hay que vivir en el embrujo retórico para que alguien sea capaz de detectar que en Cataluña -ejemplo más utilizado- se está mejor que en 2017. ¿A qué se referirán? El sentir de la ciudadanía era tal que no podía soportarse la arrogancia independentista y en las últimas elecciones les achicaron de tal modo en las urnas que tanto Esquerra como Junts estaban obligados a encontrar una salida que no los invisibilizara. Por eso el PSC ganó las elecciones. Lo que no podían saber los electores es que los Socialistas de Cataluña no iban a ser una medida de contención sino el salvador de los derrotados.
Hay que vivir en el embrujo retórico para que alguien sea capaz de detectar que en Cataluña -ejemplo más utilizado- se está mejor que en 2017
Lo que sucedió con el PSC sólo es comparable a lo que Ciudadanos hizo en su momento. Derrochar el triunfo y burlarse de los electores. Contemplar a un Salvador Illa entontecido tratando de diluirse para que prevalezca la palabra del jefe de la manada es un ejercicio que acongoja. La gente no sabe o no quiere recordar que siempre hizo lo mismo y que el Partido de los Socialistas Catalanes es lo más parecido a ciertos edificios de Gaudí; muy bonitos para ver pero inservibles para habitar. La convivencia en Cataluña es tan parecida a la de 2017 que hasta los propagandistas de entonces siguen haciendo lo mismo ahora. Ayer eran pujolianos templados y ahora son sanchistas integradores. Si no fuera porque la espada de Damocles sigue ahí habría que añadir ¡qué aburrimiento! A un resto del naufragio, apellidado Puigdemont, le convierten de pecio hundido en capitán de fragata. Y todo por un culo.
Si algo produce esa amnistía provocada “por necesidad y convicción” -palabras del líder- es un sentimiento de humillación, porque la convicción va atada a la necesidad, lo que es tanto como decir que no hay convicción alguna, que lo único que está en el orden del día es la necesidad. Bueno, pues analicemos esa necesidad perentoria. El culo del presidente en funciones, a eso se reduce el futuro. Ahora bien hay culos y culos, y el de Pedro Sánchez no es un culo cualquiera porque es el que avala un “gobierno progresista”. Acabáramos. El gobierno progresista es el culo que debe ser protegido a toda costa, algo insólito en nuestra historia desde Espartero. La izquierda institucional ha hecho de todo un poco desde la transición a acá, pero convertirse en mamporrera de un arribista no lo había practicado.
Si la gente es capaz de no rebelarse contra los suyos y aceptar de buen grado que la democracia e incluso el progreso están detrás de la investidura de un cínico compulsivo que convirtió su culo en bien de Estado, entonces lo más decente quizá sea leer y ver viejas películas
Ya es audacia considerar que un culo pueda ser la condición única y necesaria para un gobierno en general, pero hay que estar muy ahogado en la basura para añadir que además esa es la premisa de un “gobierno progresista”. Opto por pensar que José Luis Cuerda es el guionista de la situación política que vivimos y que se encarna en “Amanece que no es poco” (1989), allí donde un paisano le dice al alcalde: “todos somos contingentes pero sólo tu eres necesario”. Los edecanes del culo egregio deberían dejar sus gurullos académicos para bucear en esa comedia del absurdo. Cuerda se hubiera reído mucho de saberse convertido en póstumo ideólogo del advenimiento del Culo Santo.
No puedo ocultar que toda esta historia de culos y patriotismo me produce una sensación de infinita tristeza, de esas que te dejan pocas ganas para enderezar el lenguaje y hacer pasar las palabras entre alguna idea con aspiraciones de brillantez. La pregunta sobre qué vendrá después de esta situación desoladora me parece estúpida. Si la gente es capaz de no rebelarse contra los suyos y aceptar de buen grado que la democracia e incluso el progreso están detrás de la investidura de un cínico compulsivo que convirtió su culo en bien de Estado, entonces lo más decente quizá sea leer y ver viejas películas. Todo con tal de no participar en este humillante episodio ya inevitable.
La clase política somos todos aunque a veces uno tenga la impresión de que nos sobrevuela una casta angelical de delincuentes que nos explica cosas que no se creería un niño. Por ejemplo, que la mejor manera de que no moleste la mafia es dejarla en su sitio, que cuando te sientas humillado no dudes que lo hacen por tu bien, que si eres tonto no es por deficiencias cognitivas sino porque es una necesidad de que la sociedad tenga de todo y de que nada empañe un paisaje social multiétnico y multicultural y multi muchas más cosas. Pero sobre todo que no me muevan el culo del asiento. Por España.