Tonia Etxarri, EL CORREO, 21/5/12
Si el censo recuperase más de 150.000 papeletas, se produciría un cambio en los equilibrios electorales de Euskadi
El Gobierno de Mariano Rajoy ha hecho suya la propuesta de Basagoiti de recuperar el derecho al voto en su lugar de origen a los ciudadanos que tuvieron que irse de Euskadi por el acoso de la violencia con tal empeño que el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, no hablaba de otra cosa ayer en Bilbao. Los desterrados por el terrorismo y por la insoportable levedad del clima contaminado en los ‘años de plomo’ podrían volver a votar a candidatos vascos cuando se convoquen elecciones al Parlamento, como si residieran en la comunidad autónoma, siempre que se produzca una reforma de la ley electoral. Hace ya bastante tiempo que ciudadanos vascos se preguntaban por qué los descendientes de exiliados en tierras americanas han podido ejercer su derecho al voto en las elecciones vascas mientras que los desterrados por el terrorismo a otros puntos de España no pueden hacerlo.
La reforma de la LOREG no es tarea sencilla, pero desde que lo anunció Basagoiti hace tres meses, dos técnicos juristas de La Moncloa están dedicados a estudiar los pormenores de una futura reforma legislativa mientras el parlamentario Leopoldo Barreda intenta aproximarse a la bancada socialista de la carrera de San Jerónimo para lograr un consenso en torno a esa «restitución democrática». El ministro del Interior, que clausuró el Congreso sobre Memoria y Convivencia en Bilbao, explicaba ayer a un reducido grupo de periodistas que lo más importante de esta iniciativa legislativa es que salga adelante en el Congreso con el mayor consenso posible. De momento, la vicepresidencia del Gobierno e Interior, en la jornada de reflexión que han organizado con catedráticos de Derecho y exvocales de la Junta Electoral Central para el próximo 7 de junio, pretenden ir despejando las incógnitas sobre la viabilidad de la reforma desde el punto de vista jurídico.
Pero el reto político tiene otro camino más pedregoso aún, porque, en cuanto aparecen iniciativas de este tipo, siempre surge la pregunta: ¿Quid prodest? ¿A quién beneficia? Y tanto populares como socialistas son conscientes de que los más de 150.000 votos recuperados podrían cambiar los equilibrios electorales en Euskadi porque los desterrados por el terrorismo están, generalmente, más identificados con las opciones constitucionalistas. Pero, a partir de ahí, no quieren profundizar más. ¿Más votos para el PP o para el partido socialista? Lo que resultaría difícil de explicar sería que los socialistas dieran largas a la idea de que los vascos que tuvieron que irse de su tierra por fuerza mayor puedan votar ahora si una reforma de la ley ampliamente respaldada se lo permite.
El engranaje se ha puesto ya en marcha, aunque sus promotores no ocultan las dificultades para que el cambio se pueda implementar para las próximas elecciones al Parlamento vasco, ya sean en otoño o en febrero. El Gobierno vasco sabe que muchos de los desterrados consultados solo aspiran a poder votar en su tierra y a participar en el relato de la historia marcada por el terrorismo en Euskadi. Porque la mayoría, con la vida organizada, no se plantea la vuelta ni acogerse a las distintas ayudas sociales previstas por el Ejecutivo de Ajuria Enea.
En el relato de los años de acoso y muerte se han centrado los participantes en el Congreso sobre Memoria y Convivencia, pero también ha latido un poso de autocrítica digno de todo elogio. Por muy reiterativas que pudieran parecer algunas de las intervenciones, nunca serán suficientes cuando se trata de restañar el daño causado por el olvido, el desprecio o la indiferencia. Y en Euskadi ha existido una combinación de todos estos ingredientes que, junto al mal intrínseco de las acciones terroristas, ha provocado una epidemia de ensoñaciones narcisistas de las que todavía hay que despertar. Se preguntaba Pello Sallaburu si aquella mañana que acudió a la biblioteca de la universidad y vio a una chica de unos 16 años estampar con su spray una pintada alentando a ETA en la cristalera del edificio no debía de haber recriminado esa acción en lugar de pasar de largo. Y el exrector dejó constancia de su sentimiento sobre la mesa de la memoria. Cedió al miedo, como tantos otros.
El panel de testimonios acaba de empezar a dibujar su contorno. Javier Vitoria citaba a Sábato, que decía «cuando se desciende a los infiernos ya no se vuelve a ser el mismo», para remarcar que los ciudadanos vascos todavía no hemos salido del infierno. Ahí estamos. Procurando que las generaciones venideras conozcan y valoren el sufrimiento que ha provocado el sinsentido del terrorismo de ETA. De ahí la importancia de que las víctimas, aunque no puedan marcar la política penitenciaria que solo corresponde al Gobierno, se sientan tranquilas con la línea que está marcando el Ministerio del Interior en la gestión de lo que debería ser el fin de la violencia. El ministro, presionado por propios y extraños, les remite a su cuenta de resultados para demostrar que su Gobierno no ha heredado nada del estilo de Zapatero. «La ‘doctrina Parot’ sigue vigente y Otegi, en la cárcel». Fernández Díaz y Rodolfo Ares coinciden en las medidas de reinserción individualizada y en exigir a ETA que se disuelva. Bien, ¿y si ETA no se disuelve?
Tonia Etxarri, EL CORREO, 21/5/12