MAYTE ALCARAZ, ABC 10/01/14
· Ainhoa Baglietto es la metáfora del mal; como cuando hace 34 años la misma ETA a la que ahora defiende mató a Ramón Baglietto, primo de su padre.
Si a Blecua la Real Academia le dejara ilustrar con imágenes las definiciones conspicuas de los vocablos castellanos, me atrevería a recomendar una foto periodística que bien podría rubricar la escueta y reglamentaria definición de la palabra «odio», que la Española describe como «antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea». La portada de ABC mostró ayer una clase de anatomía patológica en la mirada cóncava de Ainhoa Baglietto, una abogada etarra cuyos ojos tiznados de lápiz barato se clavaban en un guardia civil con la misma inquina que atacaría con sus caninos la democracia española, el cuello del agente, el de usted o el mío. Como un trasunto del arma mortífera que empuñaban sus compañeros del curso avanzado de matar, Ainhoa rezumaba la prepotencia que reparte el matón de discoteca, harto de amedrentar quinceañeros con sus músculos de violento de carné.
Baglietto es otra metáfora del mal, otro de los brazos del pulpo asesino que todavía chapotea entre la podredumbre y la vileza. Como hace 34 años, cuando la misma ETA a la que ahora defiende mató al primo de su padre, Ramón Baglietto, un pobre exconcejal de Azcoitia, que venía de ejercer el comprometido oficio político de tendero de muebles. Cruzada de brazos como quien espera con paciencia desmadejar los tentáculos, Ainhoa aguarda en el quicio de la democracia que el sistema garantista sobre el que vierte su mucosidad ampare a sus compañeros, letrados de pleitos asesinos contra los que nuestra anestesiada democracia tocó el miércoles a rebato.
Acostumbrada a defender a etarras en la Audiencia Nacional, Baglietto presenció, con la experiencia que da asistir legalmente a decenas de coleccionistas de huesos sin que se le mueva ni una falange, el golpe que el Estado de Derecho propinó al entramado etarra desoyendo los cantos de quienes dan por muerta a la hiena. Por más que la hiena siga con la buena salud que le inoculan «enfermeras» tan prestas como Baglietto.
Enfundada en una rebeca de topos rojos que más parecía prestada por la señora Danvers que por la segunda señora De Winter, Baglietto parecía la propietaria de Manderley, aquella casa con panteones a la calle donde los amigos de la ilustre abogada esperan todavía hacerse fuertes o quemarla con todos los que no estén de acuerdo dentro.
El terrorista Soares Gamboa dijo de la asesina Idoia López Riaño, «La Tigresa», que no había conocido nunca una militante de ETA tan terrenal como aquella bestia de ojos de gato. Bien podría haberlo dicho de Baglietto, aventajada compañera de quienes se ejercitan en la vesania de traer y llevar recados de oreja a oreja etarra sin un parpadeo en sus ojos de muerte.
Pero detrás del rencor de su mirada hay una mente calculadora y fría que invita a la vida a no ser nada…
MAYTE ALCARAZ, ABC 10/01/14