EL MUNDO 02/11/13
VÍCTOR DE LA SERNA
· Las asociaciones de víctimas del terrorismo que critican que el Gobierno del PP esté cumpliendo el «proceso» iniciado por Zapatero fueron acalladas en la concentración de Madrid, criticadas por su «ignorancia» y apartadas de la audiencia con el Rey. Y no faltan quienes, en la prensa, aprueben su renovada humillación.
Entre los que no se resignan estaba David Gistau, en ABC: «Me parece impresionante que, después de sólo un empellón en la calle, el PP repita las técnicas de difamación con las que Zapatero se propuso aplastar a un colectivo cargado de razón moral. Se trataba de hacer pasar a las víctimas por un catalizador de la extrema derecha, con esas ‘banderas preconstitucionales’ que fueron lo único que vio Cospedal, igual que el personaje de Fort Apache cuando los jinetes se difuminaban en la polvareda: ‘Sólo veo las banderas’. En el caso del PP de Génova, la maledicencia es aún más cínica. Porque esa horda preconstitucional cuyo retrato comienza a esbozar es precisamente la que ese partido utilizó para desgastar a Zapatero durante las manifestaciones masivas».
Pero satisfecha se mostraba en EL MUNDO Carmen Rigalt, a quien preocupa mucho más ver a violadores que a terroristas excarcelados: «Los miembros de ETA, nos guste o no, acabarán ocupando un escaño en el Parlamento del futuro». No opinaba así, en cambio, Victoria Prego: «Acaba el Tribunal de Estrasburgo de asestar un golpe brutal a la democracia española en su batalla contra el terrorismo».
Patxo Unzueta, en El País, daba su versión de por qué no hay etarras arrepentidos y las víctimas muestran tanta «radicalidad» ante su excarcelación: «Una reforma del Código Penal en 2003 estableció, entre los signos para acreditar la ruptura con ETA, la ‘colaboración con las autoridades’ para impedir nuevos delitos o para la identificación y captura de autores de delitos anteriores. Pero no es lo mismo colaborar para impedir un atentado que para castigar al autor de uno cometido hace años. Exigir esto último como condición para acceder a la reinserción es apostar por que nadie se apunte a ella».
Por cierto que un brillante artículo del jurista Isaac Salama, en EL MUNDO, ya había recordado que el Tribunal de Estrasburgo ha vulnerado su propia jurisprudencia al ordenar la excarcelación de Inés del Río: España no hizo sino cambiar con retroactividad sus normas sobre reducción de penas a los asesinos múltiples, sin tocar las propias sentencias ni penas, exactamente igual que ya lo habían hecho Gran Bretaña y Chipre con la anuencia del TEDH, porque esas reducciones de pena son competencia de cada Estado.
Pasan los días y la última conclusión sigue siendo la de Ely del Valle en La Razón: «Hoy, la sentencia del Tribunal de Estrasburgo continúa estando ahí; hoy hay asesinos que saben que las puertas están a punto de abrirse; hoy el sentimiento de que los malos han vuelto a apuntarse una victoria sigue siendo una realidad».