Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 13/6/12
Lo que se espera de los políticos es que la pugna partidista deje paso a la colaboración
En los últimos meses, algunas de las principales instituciones del país han sido puestas en la picota por el comportamiento de sus titulares. La Corona parece que ha emprendido un camino de recuperación de la aceptación social después de que don Juan Carlos pidiera disculpas en público. Sigue teniendo, sin embargo, un peligro representado en forma de minas a la deriva por las investigaciones judiciales que afectan a Iñaki Urdangarin.
En el Banco de España se ha producido el relevo del gobernador después de que su labor quedara seriamente cuestionada. El gobernador entrante tiene como reto inmediato recuperar la credibilidad de una institución clave para garantizar el buen funcionamiento del sistema financiero y, en consecuencia, de la economía nacional. En otra institución fundamental del Estado, el Poder Judicial, el presidente se encuentra cuestionado por los gastos realizados en algunos viajes. Es posible, como sostiene la fiscalía, que no haya delito en los gastos efectuados, pero queda flotando una sensación de falta de ejemplaridad acentuada por la renuencia del presidente del CGPJ a dar explicaciones públicas. En cualquier caso, el gobierno de los jueces queda tocado de cara a la opinión pública.
Casos así hacen que la ciudadanía considere que la clase política constituye el tercer problema del país, tras el paro y la crisis económica. El pasado mayo, según el CIS, un 22,5% de ciudadanos incluía a los políticos y los partidos como uno de los problemas graves de España. Si se observa la serie histórica del CIS se ve que eso no ha sido siempre así, que la clase política no ha sido considerada como un problema por los ciudadanos, salvo en algunos momentos. Hay una etapa, entre 1995 y 1996 en la que se dispara la mala imagen de los políticos. El PSOE se agota afectado por la explosión de escándalos de todo tipo y se endurece la contienda con un PP que ve el acceso al poder al alcance de la mano. Tras la victoria de José María Aznar y la depuración de responsabilidades políticas que supone la salida del PSOE del Gobierno, la mala consideración de los políticos desaparece y vuelve a índices normales.
Desde el 2009, sin embargo, vuelven a aumentar quienes consideran a los políticos como problema. En julio del 2011 una cuarta parte hace esa valoración adversa de la clase dirigente. Desde entonces ha descendido algo el porcentaje, pero todavía el 22,5% mantiene esa crítica. La aparición de una crisis económica que agobia a las familias, la incapacidad de los gobiernos para encontrar una solución y el enfrentamiento entre partidos que no se ponen de acuerdo ni siquiera en una situación de auténtica emergencia son seguramente los factores que llevan a muchos ciudadanos a dirigir sus críticas contra los políticos. Lo que se espera de ellos en esta situación es que la contienda partidista deje paso a la colaboración para transmitir confianza a una población angustiada por la crisis.
Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 13/6/12