Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
La inflación no remite. Es más, ha subido en agosto al 2,6% y amenaza con comportarse peor hasta finales de año. Lo cual, aparte de ser un engorro para la renta de las familias que han de hacer frente a una siempre desagradable vuelta de vacaciones con todo más caro, dificulta el retorno a una política monetaria más laxa con unos tipos de interés más confortables. El Gobierno, a través de su vicepresidenta primera en funciones, se congratula con el ‘mal de muchos’, ya que la situación es peor para nuestros socios europeos y se felicita por que tal cosa suceda a la vez que mantenemos tasas de crecimiento pequeñas, en términos absolutos, pero sensiblemente superiores, pues ellos coquetean con el parón absoluto, solo a un paso de la recesión. Sin embargo, no es un gran consuelo. Primero porque dudo mucho que el consumidor español que ha comprado hoy un litro de aceite de oliva encuentre alivio en el hecho de que un consumidor sueco pague más por el producto y, segundo, porque el BCE utiliza la inflación europea, en su conjunto, a la hora de fijar su política monetaria y de momento no encuentra ahí razones para edulcorarla.
Aquí tenemos un grave problema, pues la realidad parece demostrar que la subida de los tipos de interés está apunto de arruinar el crecimiento europeo, sin lograr por ello detener la subida de los precios. Mal asunto. Y puede empeorar, pues las previsiones no son nada halagüeñas y apuntan a un final de año con precios más altos. La media anual se sitúa en la actualidad en el 3,9% y puede llegar a superar el 4%. Esta misma semana conocíamos el impacto que provocó en el gasto de las pensiones la inflación de 2022. Con esta previsión, la subida de 2024 puede ser de nuevo espectacular y aumentar la factura mensual en 7.000 millones más.
Antes de que se me alborote el gallinero de los comentarios en la red, le aclaro que yo no le exijo al Gobierno que baje las pensiones, cosa que no se va a hacer porque no se puede hacer. Solo digo que no podemos seguir inmóviles y con los ojos cerrados como si esto no fuera con nosotros. La reforma elaborada por el ministro Escrivá ha sido más un entretenimiento y un acicate electoral que una solución definitiva. Algo más hay que hacer. Será doloroso, pero es inevitable y cuanto más tardemos en hacerlo más grande será el problema y más dolorosa su solución.
No sabe cuánto me gustaría estar equivocado. ¿Cree usted que lo estoy?