IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

La inflación se sitúa en el centro del debate económico. Los últimos datos conocidos ayer certifican que los precios subieron en la Unión Europea un 5,3%. Algo menos, el 5%, en la zona euro, aunque es su mayor registro desde la creación de la moneda única. Los más ‘listos’ del mercado, los expertos del BCE y de muchas casas de análisis opinan -cada día con menos convencimiento- que esta subida es transitoria, nada que nos obligue a la adopción de medidas drásticas que supongan un endurecimiento de la política monetaria.

La situación de los precios ha cambiado con extraordinaria rapidez. Si hasta hace pocos meses nos preocupaba su excesiva moderación, su mortecina evolución ahora nos preocupa su repentina exuberancia. Sinceramente, no entiendo bien por qué razón piensan los ‘listos’ que esta situación será temporal y pasajera. Hasta ahora la mayor responsabilidad de la subida recae sobre la energía y los productos frescos, pero ahora, con el cambio de año y de tarifas vendrá el impacto de las subidas del resto de las industrias, empujadas a reflejar en sus precios las enormes subidas de sus aprovisionamientos, por más que nuestro impagable presidente nos asegure que la electricidad cuesta hoy lo mismo que en 2018, lo que demuestra la solidez de su pétreo rostro. Lo cierto es que las empresas se enfrentan a una tremenda elevación de los costes, bastante superior a lo que reflejan por ahora los índices, e intentan trasladarla a sus precios. Un movimiento que acaba inexorablemente en los estantes de los supermercados. Además, ¿se van a derrumbar los precios del gas, cuando crece por doquier la inestabilidad geoestratégica? ¿va a ampliar la OPEP la producción de crudo?

Y más tarde llegará la negociación de los convenios laborales, tensionada por el fuego cruzado de la subida del IPC, la actualización de las pensiones y las subidas de los funcionarios. Grandes colectivos a los que nadie desea agraviar y mucho menos irritar tan cerca de las elecciones. A los Estados fuertemente endeudados les encanta la erosión que produce en sus deudas una inflación elevada, siempre y cuando no provoque una subida de los tipos de interés. Pero, ¿hasta cuándo aguantará el BCE la inusual coincidencia de unos tipos nulos con una inflación desbocada?

De momento y para las rentas medias y bajas supone un impuesto que erosiona sus salarios y reduce su capacidad de compra. Un auténtico lastre para la recuperación de la demanda, de la actividad y del empleo.