Editorial, EL PAÍS, 25/9/11
Un pequeño paso que podría ser decisivo si Batasuna exige a ETA la retirada unilateral
La adhesión del grueso de los presos de ETA a la Declaración de Gernika, firmada hace un año por los partidos componentes de Bildu, más Aralar y otras formaciones menores, puede analizarse desde dos perspectivas: la de las relaciones entre los presos y la dirección de la banda y la del pulso soterrado entre esa dirección y la de la izquierda abertzale.
La declaración incluía una serie de contrapartidas al fin de la violencia relacionadas con las demandas de los presos, con la novedad de plantearlas desde el respeto a la legalidad, lo que iba en contra de la línea marcada por ETA. Los presos partidarios del fin inmediato del terrorismo (concentrados en Nanclares) pidieron enseguida su adhesión a la declaración.
La dirección de la banda ha intentado desde entonces evitar que esa actitud se extendiera a la mayoría de los reclusos. El comunicado de los presos conocido ayer rinde cuenta del debate desarrollado entre ellos y ofrece como resultado del mismo una interpretación de la declaración de la que desaparece la referencia a los procedimientos legales y en la que se rechaza la búsqueda de «salidas individuales», en referencia implícita a los de Nanclares, que han aceptado presentar sus demandas de manera individual, como marca la ley. Es a esa interpretación, adornada con la retórica triunfalista tradicional, a la que se adhiere el colectivo de presos.
Si eso fuera todo, la relevancia del hecho sería escasa y se limitaría a un intento de los jefes de ETA de imponer su autoridad en las cárceles. Pero la Declaración de Gernika se diferenció de otras similares en que la tregua que pedía a ETA se planteaba «como expresión de la voluntad de un definitivo abandono de la actividad armada». Ese añadido le parecía demasiado comprometido a esos jefes de la banda, y de ahí que no lo asumieran en su comunicado de alto el fuego de enero. Y de ahí también que los de Otegi hayan intentado conseguir la adhesión de los presos al texto, como aval a su nueva estrategia.
En las cárceles hay 700 presos de ETA, un número muy superior al de etarras en libertad, por lo que su aval podría ser decisivo si el conflicto latente entre la ex Batasuna y ETA se hiciera explícito. El desenlace es por ahora ambiguo: los presos se adhieren a una declaración en la que se habla de abandono definitivo de las armas, pero bajo una interpretación que refuerza el carácter condicionado de ese abandono que ya tenía la declaración: negociaciones políticas, legalización de Sortu, derogación de la Ley de Partidos, etcétera.
Con todo, que ETA haya tenido que aceptar esa adhesión a la que se oponía constituye un pequeño paso que podría ser decisivo si, basándose en ella, la izquierda abertzale emplaza a la banda a aplicar ya la parte que le toca: convertir en definitivo el alto el fuego unilateral al que se comprometió en enero. Y ¿qué significa unilateral sino que el fin de la coacción armada no puede estar condicionado a contrapartida alguna?
Editorial, EL PAÍS, 25/9/11