Pedro José Chacón-El Correo
No hay un pueblo vasco de 7.000 años de antigüedad. Lo que hay es un mosaico de diversas procedencias que es el real y que opera por debajo en las obras de Raúl Guerra Garrido
La legendaria primera novela de Raúl Guerra Garrido cumple este año medio siglo. Y continúa tan fresca y lozana como cuando salió. ¿Milagro de la naturaleza? No. Sencillamente que en esa novela hay vida y autenticidad, hay algo que la mantiene al día y que nunca ha dejado de ser lo que fue desde que se presentó por primera vez en librerías allá por 1969. ¿Y qué es eso que se refleja de una manera tan palmaria en esta obra y en otras que le siguieron como ‘La carta’, ‘Tantos inocentes’ o ‘El otoño siempre hiere’, por citar solo tres más de la docena de sus novelas donde de un modo u otro sale el País Vasco?
El 22 de octubre del año pasado se presentó en Donostia una investigación titulada ‘Las migraciones internas y su aportación al desarrollo de Gipuzkoa (1950-1975)’, donde queda demostrado que la mitad de la población actual de Gipuzkoa -que es tanto como decir de todo el País Vasco, por ser Gipuzkoa su término medio- procede de la inmigración de aquellos años. Y ya se puede decir que las obras de Raúl Guerra Garrido, berciano de nacimiento y donostiarra de adopción desde 1960, y de entre ellas sobre todo ‘Cacereño’, dan el mejor testimonio de esa realidad y, además, están escritas por quien se sintió «cacereño» desde que llegó hasta hoy.
Si a esa mitad de la población vasca actual, que procede directamente de la inmigración de aquellos años, le sumamos la que procede de la inmigración de finales del siglo XIX, la que inició el despegue industrial de Bilbao y alrededores, ¿qué es lo que tenemos hoy? Pues la verdad que tantas veces hemos comentado y cuyo mejor reflejo lo vemos en una población vasca que, en función de sus dos primeros apellidos, se compone de un 20% con los dos primeros apellidos euskéricos, un 30% con uno sí y otro no y un 50% sin ninguno. No hay un pueblo vasco de 7.000 años de antigüedad. Lo que hay es esto: un mosaico de diversas procedencias que nos puede gustar más o menos. pero que es el real y el que opera por debajo, tozudamente, en las obras de Raúl Guerra Garrido.
Entre las iniciativas impulsadas desde la Diputación de Gipuzkoa con motivo del 50 aniversario de ‘Cacereño’, y que incluyen la entrega a Raúl de una distinción honorífica, hay también un documental que parece que se va a emitir en ETB el día de Extremadura, el 8 de septiembre próximo. Esperemos que la audiencia no confunda por eso lo de «cacereño» del título con ser de Cáceres o, por elevación, de Extremadura. Por si hace falta recordarlo, «cacereño» era el mote que se les ponía a los recién llegados de otras tierras a Gipuzkoa. Muchos de ellos, extremeños, sí; pero la mayoría, según las estadísticas, eran de Castilla y León, como el propio Raúl: hasta casi cuatro veces más que extremeños, y detrás de estos tenemos navarros, gallegos y andaluces, por este orden.
En artículos anteriores firmados por mí en estas páginas, como los titulados ‘El relato ya está escrito’, ‘Ser de mi pueblo’ o ‘La memoria de la memoria’, he intentado explicar que las obras de Raúl son el testimonio más fidedigno de nuestra auténtica realidad vasca, construida desde finales del siglo XIX y, sobre todo, durante las décadas centrales del siglo XX. Que a Raúl no le haya reconocido nuestra sociedad aún de modo más unánime y sostenido tiene mucho que ver con que las colectividades, por lo general, van siempre a un ritmo muy distinto al que marcan sus pioneros, sus adelantados, sus mejores conocedores.
Este es el momento también de acordarse de los buenos estudiosos que en estos últimos cincuenta años han justipreciado las obras de Raúl. Entre ellos hay que mencionar a Juan Cruz Mendizabal Ostolaza, primer valedor de sus novelas y relatos desde su lejana Indiana University of Pennsylvania; a Félix Maraña, editor del ‘Inventario de Raúl Guerra Garrido’, que reúne estudios de primerísimo nivel y solvencia; así como a José Ángel Ascunce y Alberto Rodríguez, de la Universidad de Deusto en San Sebastián, responsables del más reciente recopilatorio ‘Haz lo que temas: la novelística de Raúl Guerra Garrido’.
Y, sobre todo, lo que deberíamos es alejar la figura de Raúl de cualquier contaminación política, ahora que estamos en un momento especialmente sensible de precampaña electoral. Alguien como Raúl Guerra Garrido, para el que le conozca un poco, como es mi privilegio, está muy por encima de estas coyunturas. Yo a veces le digo que tendría que tener más presencia en los medios, como otros autores que están en boca de todo el mundo permanentemente. Pero no sé si es porque a él todo este tema de las redes sociales le pilló ya mayor o porque su propio carácter ajeno a la sobreexposición se lo impide, el caso es que no estamos ante un autor que necesite salir ni mucho ni poco. Él lo confía todo a sus obras, ahí es donde deja dicho todo lo que le importa. Y sus obras son tan potentes, tan sólidas, que ya se puede decir que han sobrevivido a la peor coyuntura política, social y cultural que les podría haber tocado vivir jamás. Después de lo ya pasado, es seguro que solo van a ir creciendo en presencia y en ascendiente sobre todos nosotros.
Enhorabuena de corazón y muchas gracias por todo, Raúl.
*Autor de ‘Perdí la identidad que nunca tuve: el relato del País Vasco de Raúl Guerra Garrido’