VICTORIA PREGO – EL MUNDO – 24/12/15
· No parece que sea un farol la posición exhibida ayer por Pedro Sánchez tras su visto y no visto con Mariano Rajoy. De sus declaraciones posteriores y del clima detectado entre los suyos se deduce que va a mantener su apuesta hasta el final, a pesar de los enormes riesgos que eso podría acarrearle.
De entrada, además de negarle al presidente la opción de la abstención de su partido en la segunda votación de una ya improbable investidura de Rajoy, Sánchez lanzó una advertencia a Susana Díaz, extensible a todos los demás barones críticos con la que parece que va a ser su estrategia. Pero hizo algo que evidencia una cierta debilidad: hizo alarde de su autoridad como jefe del partido. Esas son cosas que no es necesario recordar cuando la autoridad está clara y, al revés, que demuestran que algo falla cuando alguien necesita ponerlas en valor. Y, precisamente por eso, no es seguro que las voces de los socialistas que discrepan de su apuesta política, no sólo de algunos barones sino de otros militantes pertenecientes a las viejas generaciones, no acaben cerniéndose sobre su figura política si la apuesta no le sale como él pretende.
Y lo que pretende Sánchez es dejar pasar el tiempo para evidenciar que Rajoy no es capaz de conformar una mayoría que le aúpe a la Presidencia del Gobierno. Entonces, piensa él, habrá llegado su hora.
Su plan pasa por convencer a Podemos de que retire su exigencia de celebrar en Cataluña un referéndum sobre la independencia, a cambio de ofrecerle una reforma constitucional lo bastante generosa con las pretensiones de los independentistas como para que no haga falta celebrar ese referéndum, sino otro en el que ya participarían todos los españoles y que versaría sobre esa reforma constitucional prometida por él. Pero ya lo dijo Junqueras: no hay modificación constitucional posible sin el acuerdo del Partido Popular, que goza de mayoría absoluta en el Senado y puede bloquear cualquier intento en esa dirección.
Pero si Sánchez logra que Pablo Iglesias retire esa condición, o la modifique sustancialmente, el líder socialista no tendrá el menor inconveniente en pactar con él, puesto que ya lo ha hecho en comunidades autónomas y en ayuntamientos. Y estará dispuesto también a correr el riesgo de que su partido acabe siendo devorado por Podemos. Sánchez piensa que eso no sucederá y, por tanto, se encamina seguro al encuentro con su rival.
Pero con ese apoyo no tiene bastante. Necesita también el respaldo de Rivera para conformar un pacto de gobernabilidad que le facilite hacerse con las riendas del Gobierno y mantenerse en él. Y de nuevo aquí aparece la necesidad imperiosa de que Iglesias renuncie a su promesa de celebrar en Cataluña un referéndum sobre la independencia. Pero es dudoso que esa hipotética renuncia convenciera al líder de Ciudadanos para participar en un pacto así. Y como contar con la ayuda de los independentistas ERC y del nuevo partido de Mas se sale del espacio en el que Sánchez puede moverse, resulta que las habas están contadas. El riesgo que corre es inmenso porque, si fracasa y hay que convocar nuevas elecciones, es muy probable que el candidato socialista ya no sea él.
VICTORIA PREGO – EL MUNDO – 24/12/15