EL CONFIDENCIAL 05/05/14
GONZALO LÓPEZ ALBA
Se lo dijo la catalanista Teresa Cunillera, diputada en el Congreso, al soberanista Ángel Ros, alcalde de Lleida, durante una reunión del PSC: “Lo vuestro es como si los comerciales de Coca-Cola se dedicaran a ir diciendo a los clientes que no compren su producto”. La metáfora estaba cargada de intencionalidad porque Ros, que renunció a su escaño en el Parlament por sus discrepancias con la línea oficial del partido, trabajó en esa compañía. La réplica del soberanista, que repetirá como candidato municipal del PSC, fue que si Red Bull acapara el mercado con una bebida energizante, entonces Coca-Cola no tiene otra alternativa que crear “una marca blanca” para hacer frente a esa competencia, a lo que la diputada contrarreplicó que, en todo caso, antes de que se llegara a esta situación se produjo la anterior.
Esta anécdota ilustra la sangría del PSC y la dialéctica que mantienen en su seno constitucionalistas y separatistas, cuyo mayor punto de fricción estriba en que mientras que los primeros defienden el ejercicio del “derecho a decidir” de forma pactada con el Gobierno de la Nación, los segundos se alinean con los nacionalistas que promueven su ejercicio de forma unilateral.
El tablero patas arriba
Pero ¿cómo se llegó hasta aquí? El mapa político catalán se trastocó por completo cuando el nacionalismo posibilista de Jordi Pujol dio paso, tras su expulsión del poder por los Gobiernos tripartitos que encabezaron los socialistas Pasqual Maragall y José Montilla –aliados con ERC e ICV–, a la apuesta sin ambages por la independencia, provocando una onda expansiva que ha alcanzado al resto de las fuerzas políticas catalanas. [Hay quien sitúa este origen en el romance del PSC con el nacionalismo para conquistar la Generalitat, pero esto fue, en todo caso, más bien parte de la mecha antes que la chispa que detonó la explosión].
El PSC pierde los votos separatistas sin ganar los de los nuevos votantes que rechazan la independenciaHasta entonces, bajo la premisa de que la independencia no era posible, CiU asentó su dominio con la etiqueta de ser el mejor conseguidor para ir arrancando concesiones de Madrid, lo que la convirtió en la opción del “voto útil” que fue durante décadas, tanto a la derecha como a la izquierda del espectro catalán. Pero, al abandonar la estrategia posibilista, CiU entregó el balón a ERC, los independentistas de toda la vida con los que Pujol nunca quiso pactar. La derivada fue que el voto útil de izquierdas que antes también recogía la coalición se desplazó a ERC al tiempo que se cuarteaba su unidad interna, aflorando las diferencias entre el soberanismo de Artur Mas y el posibilismo de Josep Antoni Duran Lleida, último exponente en activo del pujolismo.
Si el cambio de estrategia de CiU engordó a ERC, la aparición de la Candidatura d’Unitat Popular (CUP) desnutrió a ICV, ya que teniendo acreditada esta nueva fuerza política su fe independentista, su acción se ha centrado en llevar al Parlament el discurso de los indignados. Mientras, ICV tiene que navegar entre dos aguas porque en su seno conviven unionistas y separatistas, como ocurre en el PSC, que pierde apoyos por todos los flancos.
La radiografía socialista
El último barómetro del Centro de Estudios de Opinión (CEO) ofrece la siguiente radiografía del electorado socialista: el 38,8% rechaza que Cataluña se convierta en un Estado, el 21,5% apuesta por un Estado sin independencia, el 12,7% por un Estado independiente y el 15,6% se muestra indeciso.
Con esta diversidad interna, y en un contexto marcado por la polarización, el PSC se ha visto arrinconado porque, a la postre, no satisface ni a unos ni a otros. Los socialistas catalanes han pasado de capitalizar la transversalidad, que no está de moda en Cataluña, a ser identificados como los ‘unionistas’ por antagonismo con los separatistas. Y, en el proceso de reacomodo, no sólo sufren un goteo de deserciones entre quienes prefieren abandonar el barco antes que hundirse con él, sino que tropiezan con serias dificultades para conseguir un nuevo enrolamiento que cubra las bajas.
Si el voto de la izquierda soberanista se le ha ido en gran medida a ERC e ICV, el voto nuevo que rechaza la independencia busca refugio en Ciudadanos, lo que ha cortocircuitado sus posibilidades de crecimiento a través de los nuevos votantes que se van incorporando al cuerpo electoral. De hecho, una de las principales conclusiones que cabe extraer de la escasa participación que se registró en las primarias para elegir el candidato a la Alcaldía de Barcelona es la debilidad de la militancia del PSC, más difícil en un entorno tan hostil como el que se plasmó en la agresión física del pasado lunes a Pere Navarro.
Los socialistas catalanes creen que una derrota del PP en las elecciones europeas podría hacer que Rajoy abra paso a la reforma federal de la ConstituciónLa suma agregada de todo lo anterior ha atomizado tanto el tablero catalán que la disputa ya no está tanto en las siglas como en el espacio político. Por eso, a pesar del daño que para su imagen representa el goteo de abandonos y dimisiones, como las últimas que se han producido en Girona, la dirección del PSC observa con cierta tranquilidad la posibilidad de que los dirigentes de su ala soberanista funden un nuevo partido, una “marca blanca” del PSC. No sólo porque, según afirman, “Joan Ignasi Elena y Joaquim Nadal tienen poco en común”, sino también porque ya lo ha intentado Ernest Maragall y, para concurrir a las elecciones europeas, ha tenido que coligarse con ERC.
“Podrán aparecer nuevas siglas, pero el espacio político está copado”, se observa desde la dirección del PSC. Y, en clave interna, se recuerda que hace poco más de dos años que Navarro fue elegido primer secretario, con más del 70% de los votos frente a un candidato alternativo –Elena–, y no hace seis meses que se sometió a una moción de confianza ante el Consell Nacional, donde el apoyo a las tesis del sector soberanista quedó reducido a poco más del 13%. Con esa hegemonía orgánica, Navarro podría haber puesto en marcha la purga interna que le reclaman algunos sectores del PSOE, pero ha preferido dejar que los soberanistas del PSC se autopurguen, aunque el proceso sea más lento.
Un balón de oxígeno
Para el PSC de Navarro sería un balón de oxígeno obtener un buen resultado en las elecciones europeas. Desde su dirección se habla de un triple empate con CiU y ERC, e incluso de una posible victoria, pero el último barómetro del CEO desplaza al PSC a la tercera posición, con una pérdida de casi 20 puntos respecto de los anteriores comicios europeos. Del resultado de estos comicios, no sólo en Cataluña sino en el conjunto de España, dependerá la fuerza con que puedan defender su alternativa de reformar la Constitución, que Alfredo Pérez Rubalcaba se ha comprometido a revitalizar en junio.
Si el PP resulta derrotado, con la tan cacareada recuperación puesta en entredicho por los datos oficiales, a Mariano Rajoy no le quedará otra alternativa que ampliar su guion. Y el nuevo renglón, con ayuda de la presión de los poderes económicos, podría ser esa reforma constitucional. En eso confían el PSC y el PSOE, que lanzan un aviso de fondo: “Si no hay reforma de la Constitución, Cataluña se irá, porque entre independencia y que todo siga igual, gana la independencia”.