Los teólogos

GABRIEL ALBIAC, ABC – 18/12/14

· No es sectarismo religioso. No es siquiera sectarismo o extremismo islámico. Es islam. Literal e inequívoco.

Antes que neutras siglas en los titulares de una prensa occidental pasmada por el horror, TTP es nombre y seña de una cofradía. Piadosa. Tehrik-i-Taliban Pakistan: «el Movimiento de los estudiantes de teología de Pakistán». Y aúna un enjambre de seminaristas islámicos que no admiten más libro que el Corán, ni más ley sobre este mundo que la que su literalidad dicta. No es buena cosa asombrarse ni enojarse ante aquello que nos hiere. Nunca. Menos aún, si ese algo es un enemigo cuyo objetivo único es aniquilarnos. A todos cuantos no seamos de los suyos. Frente a un riesgo de tales dimensiones sólo es eficaz el análisis: entender cuál es la lógica sobre la cual funciona, porque lo horrible tiene una lógica tan blindada como lo razonable. Y después, derrotarlo. O bien, aceptar que nos aniquile.

Ejecutar a sangre fría a 132 niños es monstruoso. No hace falta haber leído ni a Camus ni a Dostoievski para saber que el dolor de un niño es la abominación más inaceptable de cuantas pueblan el mundo de los hombres. Pero éstos que remataban con prolijo cuidado a los niños del colegio de Peshawar, rebuscándolos por pasillos, aulas, desvanes y patios, para asestarles su tiro de gracia en el íntimo contacto con la víctima que sólo proporciona el disparo a corta distancia, ésos no eran asesinos. No mataban ellos. Ahí, el Corán es terminante: «No sois vosotros quienes los habéis matado. Alá los ha matado» (Corán, VIII, 17). Y sólo ante Alá rinde cuentas Alá de sus arcanas voluntades homicidas. El teólogo se limita a ser vehículo del Más Grande. Que es también, naturalmente, el Más Misericordioso.

Los teólogos debían afrontar esta vez un dilema de bizantina sutileza: matar al infiel es sencillo mandato de inequívocos y abundantes pasajes coránicos. Pero los niños contra los cuales iba dirigida la acción eran musulmanes. Como musulmana –predominantemente sunita– es la casi totalidad de la población pakistaní. Eran hijos de militares, es cierto. Pero el Ejército de Pakistán, además de su fe musulmana, mantiene una relación como mínimo ambigua con un yihadismo en cuya variedad más «afgana» (el grupo de Al Qaida acaudillado por el Mullah Omar, que fuera mentor de Bin Laden) ve un hipotético aliado.

Los teólogos del Tehrik-i-Taliban Pakistan componen la otra vertiente de Al Qaida. Inconciliable. A la cual, los mismos militares pakistaníes que eluden cualquier choque con las tropas de Omar, dan batalla de exterminio. Al líder histórico del TTP Hakimullah Mehsud, lo liquidó, hace un año, un dron estadounidense. En junio de 2014, el fracaso de la ofensiva del TTP contra el aeropuerto de Karachi acabó en hecatombe para una organización hoy muy resquebrajada, cuya unidad su actual jefe, el Mullah Fazlullah, parece haber querido refundar sobre la ejecución masiva de los hijos de sus enemigos militares. Es la lógica blindada de un islam tribal que no conoce otra cosa que no sean las combinatorias equitativas de la muerte.

No, no es sectarismo religioso. Y seguiremos perdiendo esta guerra mundial si nos empeñamos en darle el nombre que no le cuadra. No es sectarismo religioso. No es siquiera sectarismo o extremismo islámico. Es islam. Literal e inequívoco. Porque «Alá sabe. Y vosotros no sabéis» (Corán, II, 216). Ese islam que no da al infiel otra opción que la de ser asesinado. No, miento. Asesinado, no. Sacrificado ante Aquel y por Aquel que sólo es Grande y sólo Misericordioso. «Matadlos: tal es la retribución de los incrédulos» (Corán, II, 191).

GABRIEL ALBIAC, ABC – 18/12/14