Los trastos pueden esperar

Maite Pagazaurtundua dice que «no podemos ayudarles, tenemos que resistirles». ETA no quería abandonar las armas sino el comienzo de una negociación política. Quienes dicen que este comunicado provocará fisuras en la izquierda abertzale vuelven a cometer el error: intentar ayudar a los que dicen que están a punto de abandonar. Si es cierto, que den un paso adelante.

No por temerse la noticia de la vuelta de la banda que nunca se fue, el anuncio de ETA de su ruptura del alto el fuego ha dejado de caer como un mazazo. Porque, a diferencia de otras rupturas, la peor noticia esperada ha pillado, esta vez, a los partidos políticos en un clima de insuperable enfrentamiento que deberían ser capaces de empezar a cambiar. Sería recomendable, y urgente, corregir errores. Que se han cometido, y muchos, durante la primera legislatura de la historia de la democracia sin consenso en la lucha contra el terrorismo.

Quizás los dos errores más notorios de estos tres años han sido, por parte del Gobierno, la poca grandeza al mostrar su obsesión por aislar al principal partido de la oposición y, por parte del PP, su torpeza al mezclar sus sospechas con la realidad del trueque habido durante los contactos entre ETA y el gobierno de Zapatero. Con la noticia del retorno de la banda terrorista (y ahora sí parece que todo el mundo se cree lo que dice ETA) hay que insistir en que los únicos culpables han sido los amigos de Otegi. Como con la voladura del pacto de Lizarra, o en las conversaciones de Argel.

Más que nada, para que los partidos democráticos dejen ahora de tirarse los trastos a la cabeza, que tiempo habrá sobre ello. Cuando se reúnan en torno al Pacto Antiterrorista, por ejemplo, puede ser una buena ocasión para saber si el presidente piensa concretar algo más sus mensajes retóricos sobre la fuerza de la palabra, y dá un paso adelante para hacer suya la frase del Pacto Antiterrorista y decir que «ETA debe perder toda esperanza». Ayer no lo hizo. Hizo un guiño a la capacidad de decisión del pueblo vasco, es decir, al nacionalismo, pero no concretó ejemplos de lucha contra el terrorismo. Es más: no dijo qué va a hacer. Como si siguiera sin tener un ‘plan B’.

Quizás por eso Rajoy, al que le faltó insistir en su apoyo al Gobierno en estas circunstancias, encontró las palabras del presidente un tanto ambiguas en lo concerniente a la necesaria derrota. Una idea sobre la que reflexionó ayer Maite Pagazaurtundua al señalar que el retorno de ETA no ha sorprendido a quienes no creemos en los milagros ni en los pensamientos mágicos: «No podemos ayudarles (a ETA), tenemos que resistirles». Esa es la clave que debería conducir los análisis a partir de ahora. Teniendo en cuenta que el comportamiento de ETA ha dado la razón a quienes sostenían que no quería abandonar las armas sino el comienzo de una negociación política (como la ha intentado con todos los gobiernos anteriores) habría que sacar conclusiones. Se han rearmado, como en anteriores treguas, se han reorganizado y han accedido a la mitad de los Ayuntamientos a través de ANV.

Quienes empiezan a decir que este comunicado de ruptura de alto el fuego va a provocar fisuras en el mundo de la izquierda abertzale vuelven a cometer el mismo error. El error de creerlos, de intentar ayudar a los que dicen que están a punto de abandonar. Si no son los jefes de la organización terrorista quienes toman esa decisión (caso Gerry Adams con el IRA) será inútil intentar volver a engañarnos. Si es cierto que la vuelta al terrorismo provoca fisuras en su mundo, que den un paso adelante. Lo demás, es virtual.

Tonia Etxarri, EL CORREO, 6/6/2007