José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
- Solvente en Moncloa, acertada advertencia a Sánchez sobre Sáhara y contención de Vox ante el arreón de Le Pen hacen del líder popular idóneo para el momento español
La comparecencia y posterior rueda de prensa en la Moncloa, el jueves, del nuevo líder del PP, tras entrevistarse durante tres horas con el presidente del Gobierno, fue un ejemplo de respeto institucional, solvencia técnica y capacidad política. La derecha democrática española necesitaba recuperar la autoestima, primero, con un líder de formas y comportamientos adecuados y, después, oír planteamientos económicos, fiscales e institucionales bien razonados e inteligibles.
Núñez Feijóo consiguió transmitir la impresión de que es un político que sabe la responsabilidad que maneja y de que no incurrirá en los errores groseros del equipo directivo anterior en el PP. En la primera ocasión, en Madrid, el gallego estuvo a la altura de las circunstancias ofreciendo una alternativa creíble al plan de medidas económicas del Gobierno. El PP, probablemente, se abstendrá en la convalidación del decreto-ley, pero lo hará no por inercia sino con argumentos sólidos.
A las pocas horas, el presidente Sánchez le daba la razón al nuevo líder de la oposición, tras su cena con el rey de Marruecos. Una declamatoria nota conjunta hispano-marroquí consumaba la asimetría, desventajosa para España, de entregar el Sáhara Occidental a Mohamed VI. En los 16 puntos de la nota publicada en la noche del jueves, no hay mención a la integridad territorial de España (Ceuta y Melilla), de sus aguas jurisdiccionales (Canarias), ni aparece compromiso explícito de que Rabat se empleará en evitar la inmigración ilegal.
Nada hará renunciar a Marruecos a sus reivindicaciones territoriales sobre una parte de España: las ciudades autónomas
Sánchez logra solo reponer la relación con el vecino del sur, que él deterioró con graves errores, pero la vuelta a la casilla de salida se ha producido a costa de perder la gran baza que guardaba España frente al expansionismo alauita. Nada —y ya todavía más claro— hará que Marruecos renuncie a sus reivindicaciones territoriales sobre una parte de España: las ciudades autónomas.
La oposición de Núñez Feijóo a este giro exterior alcanzó todo su sentido al conocerse el menguado resultado de la recepción a Sánchez en Rabat, de tal manera que, las advertencias del líder del PP precedieron en muy pocas horas al fracaso —envuelto en palabrería— del presidente del Gobierno en una incomprensible decisión unilateral y personalísima que se terminará volviendo contra él y contra los intereses de España.
Para saber manejar las relaciones con Marruecos hay que tener en cuenta nuestra historia —desde el desastre de Annual en 1921 a la «marcha verde» de 1975, pasando por el incidente de Perejil en 2002—, no cometer errores como el acogimiento clandestino a Gali, dirigente del Polisario, y establecer complicidades con potencias —Estados Unidos y Francia— que refuercen nuestra posición, sin extraer la cuestión del Sáhara del perímetro de Naciones Unidas. Y sin olvidar que Argelia —que ha retirado a su embajador en Madrid— es también un aliado estratégico. La bandera de España con el escudo nacional al revés en el comedor del palacio real de Rabat quizás transmita, a posta o por error, el auténtico mensaje de esta finta de Sánchez.
El PP es uno de los pocos partidos liberal-conservador europeo que trata de aguantar la embestida de la derecha radical
Núñez Feijóo no lo hubiera hecho así, ni en la forma ni en el fondo y lo dejó claro. También resultó cristalino que ni en esa ni en otras cuestiones, Pedro Sánchez se muestra dispuesto a la negociación, aunque en un jeribeque dialéctico, sutilmente cínico y estomagantemente repetido, la palabra diálogo no se le caiga de la boca. Predica lo que no practica.
En París, a la clase dirigente «instalada» no le llega la camisa al cuello. Marine Le Pen va a demostrar que la extrema derecha francesa se ha comido irremediablemente al republicanismo liberal-conservador posgaullista y que mañana va a dar la batalla a Macron hasta el último aliento con ocasión de la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas.
El PP es uno de los pocos partidos liberal-conservador europeo que trata de aguantar la embestida de la derecha radical. Núñez Feijóo ya ha mostrado sus cartas al respecto: ignorar al partido de Abascal, ausentarse del debate de investidura el lunes de Fernández Mañueco en Valladolid y anunciar que el PP examinará detenidamente los proyectos legislativos que allí pudiera plantear Vox. Por lo demás, el presidente del PP ha alejado de la Ejecutiva de la organización a las figuras más propicias a un entendimiento cordial con la derecha radical y ha enfatizado los signos de identidad de un moderantismo imprescindible para recuperar terreno por el centro sin perderlo por la derecha.
Moreno logra que el PP sume más que toda la izquierda acercándose a la mayoría de 55 escaños, el objetivo se habría conseguido
Cuando se conozcan los resultados de la primera vuelta de las presidenciales en Francia, mañana, Núñez Feijóo aparecerá, seguramente, como el político más adecuado para contener en España a Vox. De momento, Castilla y León ha sido el último percance de la anterior dirección del PP, y la previsible muy próxima convocatoria electoral en Andalucía, la primera decisión táctica y estratégica del nuevo líder popular. Si Moreno Bonilla logra que el PP sume más que toda la izquierda acercándose a la mayoría de 55 escaños, el objetivo se habría conseguido.
Y si es así, tendrá valor, mucho valor, después de las victorias nacional populistas del domingo pasado en Hungría y Serbia y del muy posible arreón de Le Pen en Francia. Muchos franceses recordarán cómo fue el socialista Mitterrand quien, en un ejercicio taimado de acoso a la derecha, abrió las puertas a su expresión más extrema. Ahí están los resultados galos que advierten a Sánchez: si sus discursos siguen pivotando sobre la ultraderecha al tiempo que él se entiende con la extrema izquierda, Vox crecerá como lo hizo Le Pen en Francia con Mitterrand. Sin olvidar que el PSF, con Anne Hidalgo al frente, dispone de un 2% de intención de voto en los comicios de mañana.
La situación del PP en el tablero político ha mejorado exponencialmente en apenas unas semanas, en apenas unos días y, a la postre, en apenas unas horas. Regresar a la política adulta y dejar el adanismo como una febrícula de adolescentes —de Podemos a Ciudadanos con Iglesias y Rivera, respectivamente— es la mejor de las noticias. Sobre todo, porque acota, limita y fiscaliza al hombre que se ha aprovechado, con temeridad más que con audacia, de la incompetencia ajena. Ahora tiene ante sí a alguien que sabe hacer política democrática y ganar elecciones.