Pablo Pombo-El Confidencial
- Moncloa gira 180 grados y comienza lo peor para Irene Montero. Todavía peor, sí, porque aunque parezca que no puede estar más desgastada y desprestigiada, lo cierto es que todavía no ha tocado fondo
Tanto hablar de ofensiva de la derecha, de los jueces y de los medios fachas, tanto victimismo y tanto frentismo, para que al final sean tus propios compañeros de gobierno quienes terminen atacándote con todo y encima por la espalda.
Moncloa gira 180 grados y comienza lo peor para Irene Montero. Todavía peor, sí, porque aunque parezca que no puede estar más desgastada y desprestigiada, lo cierto es que todavía no ha tocado fondo. Caerá más bajo y pasará deprisa. No, no tardará demasiado.
Tanta soberbia, tanto decir que nada de esto ocurriría, tanto tiempo perdido, tantas jornadas sin reconocer el error y sin admitir la necesidad de una reparación, para que al final sean los tuyos quienes te apliquen una corrección de una forma que no puede ser más hiriente y de un día para otro.
Moncloa cambia y lo más amenazador para Montero es, precisamente, el motivo del cambio. No es la cifra de delincuentes sexuales beneficiados por su torpeza, son otros números. No podía ser la ética, ella lo sabía, porque Sánchez no tiene autonomía para provocar su cese ni forzar su dimisión. Son los datos de las encuestas los que han forzado su humillación. Y frente a eso, en año electoral, ella no tiene salvación.
La paradoja consiste en que el presidente no puede cortar la cabeza de la ministra y la ministra no puede hacer nada para salvar su propia cara. Acabará como terminan los personajes en los cuadros de Chirico: sin nariz, sin ojos y sin boca, de hecho, ya se está quedando sin expresión.
Así lo demuestra su espasmo. Erigirse como defensora de un bien no amenazado es un falso debate y, por lo tanto, una maniobra de corto alcance, descaradamente desesperada. Nadie cuestiona que el consentimiento se mantenga en el corazón de la ley, esa no es la línea roja. La modificación caerá sobre el baldío de su torpeza, sobre la horquilla de las penas. Por eso no hay salida posible para Irene Montero.
Y no tener salida convierte a cualquiera en peligroso. La ministra tiene ahora ante sí tres opciones, solo tres caminos para gestionar un final irreversible.
El primer escenario es el más deseable para la coalición y es también la decisión racional. Comienza por tragar saliva y continúa por un ejercicio de sumisión. No lo tendrá abierto durante mucho tiempo porque la suerte ya está echada y tiene que recoger cable pronto. Admitir que la modificación es deseable porque se han producido consecuencias indeseables, invitar a un proceso de reflexión y de escucha, en definitiva, pasar de ser parte del problema a integrar la solución, sirve para contener los daños donde hoy están.
La desautorización política ya es irremediable, desde luego. Y eso impacta directamente sobre el personaje público que ella ha construido y también sobre la organización política a la que representa.
Se mire por donde se mire, acatar disciplinadamente el desapoderamiento decidido en Moncloa es un funeral para Irene Montero y para Podemos, que pasaría de levantar el puño para asaltar los cielos a agachar la cerviz para besar la alfombra del poder político.
Pero, al mismo tiempo, la sumisión es también la única forma de mostrarse como una líder leal a la causa y a su propia ley, que no es enteramente mala. El daño, repito, ya está hecho, era autoinducido antes de la corrección. Esto ya solo va de gestionar con frialdad la situación.
El segundo escenario es el más arriesgado para la coalición y resulta plausible porque se construye con una materia prima muy abundante en Podemos: el orgullo adolescente.
Enrocarse en la derrota y mantener el discurso desafiante, insistir en la lógica paranoica, ofrecerte a las bases cada vez más menguantes como la Pasionaria morada de Galapagar, es un plan difícil de aplicar cuando las feministas te están aplaudiendo menos que los cerca de 300 delincuentes sexuales a los que has beneficiado.
Hacen falta más manos de las que tiene Irene Montero para mantener pulsos simultáneos con la sociedad, con el feminismo, con la parte socialista del Gobierno y con Yolanda Díaz. Perseverar en la equivocación daña a la izquierda, beneficia a la derecha y suma, suma y suma a la de Sumar.
Pisar el acelerador del ego es un funeral para Irene Montero, porque acelera la desautorización social y el probable choque con la peor pesadilla electoral. ¿Qué pasa si termina pasando lo que nadie quiere que pase? ¿Qué pasa si uno de los que ahora están en la calle reincide? Es un terrible final.
El tercer escenario es el menos probable, pero no puedo decir que sea imposible: la ruptura del Gobierno. Si miramos las encuestas, veremos que el PSOE resiste por encima del 25% porque está recibiendo fuertes trasferencias de voto desde Unidas Podemos, ya por debajo del 10% en todos los sondeos.
Por otro lado, resulta evidente que Sánchez parece decidido a tirar de chequera durante todo este año. Los morados van a tener muchas dificultades para adelantar al PSOE por la izquierda, por lo social. No les va a resultar fácil encontrar una excusa para romper la coalición.
Desautorización política, desautorización social o desautorización histórica, la ministra de Igualdad tiene que elegir su funeral
Convertir un error propio, no forzado, en un casus belli con los socios del Gobierno es un doble funeral para Irene Montero y para Unidas Podemos. Lo es a corto plazo, porque la deslealtad está política y socialmente infundida. Y lo sería después de una eventual derrota electoral de la izquierda, porque el peso de la “culpabilidad histórica” aplastará a la líder y a su partido.
Desautorización política, desautorización social o desautorización histórica, la ministra de Igualdad tiene que elegir su funeral. Parece un trago muy amargo, en realidad no lo es tanto. Lo peor ya ha pasado. Tiene que afrontar el tipo de decisiones que se plantean cuando la muerte en la arena pública ya está cercana.
Hace falta una enorme madurez personal para aceptar ese destino cuando se es joven y todavía se está en el poder. Cuesta tragar la saliva, pero no hay más remedio que hacerlo. Lo más saludable para el después y lo mejor para tu gente es admitirlo, tragar saliva y someterse a la decisión racional. La vida sigue, aunque sea suspendida en un escarmiento infinito e ingrávido. También eso lo pintó Chirico.