OPINIÓN-Vozpópuli

  • Sánchez da por perdida la batalla del superdomingo de mayo. De concretarse el estropicio que detectan los sondeos, animado por manotazos traidores como la sedición, desistirá de las generales y abandonará el Palacio. El plan B le delata.

«Con esto acabo». Pedro Sánchez, este miércoles en Baza, parecía concretar lo que ya es unánime sospecha. Piensa ya más en su salida que en su continuidad. Tiene la cabeza más allá que aquí. «Cuando dentro de muchos años deje de tener el honor de ser presidente del Gobierno…» Una apostilla delatora. Tanto, que se vio en la obligación de subrayar: «Dentro de muchos años, he dicho». Sonrisas forzadas del auditorio. Jejeje, entendido. No es ahora, pero va a serlo pronto. Está en ello.

Mitineaba el presidente por tierras andaluzas enfrascado en insultar a Ayuso, a Feijóo y al PP como es costumbre, recién llegado de Portugal, con las maletas aún calientes tras su escapada a Sudáfrica y a Senegal (¿o fue a Kenia?), con el equipaje de nuevo presto para salir rumbo a Bali (¿dónde está Bali?) y luego a Corea del Sur, que aún no conoce.

Un trajín de Falcon y baúles. Un frenesí viajero. Poco tiempo en casa, donde ya apenas tiene algo que rascar. Tan solo líos y problemas, contratiempos de menudillo. Además, aquí le pitan, no puede salir a la calle, ni desplazarse en Metro junto a su ministra de Justicia, usuaria frecuente. Aquí está todo el pescado vendido.

Las encuestas no le otorgan por encima de cien escaños por más subvenciones, bonos, ayudas o paguitas que se inventen. En cuanto aparecen en escena Bildu o los golpistas catalanes, otra vez al precipicio. Su objetivo es, estrictamente, consolidar su imagen de referente global, de figurante con frase en el reparto de los dirigentes europeos.

Todo en orden intramuros de esta España pánfila, mansa y adormecida que ni siquiera es capaz de mover una ceja ante el imparable alineamiento de Sánchez junto al golpismo reaccionario de los hijos del bandido Pujol

Tan solo ha de estar atento a no dar que hablar en Bruselas, no pifiarla. Ni con los fondos, ni con la Justicia, los impuestos, las pensiones… Necesita tener el frente externo en paz y en orden. Consolidar su perfil de paradigma de la estabilidad, contrapunto ejemplar de sus vecinos franceses, italianos y no hablemos de los británicos, esa purria extraviada.

Ya ha logrado atar los Presupuestos, algo siempre bien visto por los supertacañones europeos (ahora les dicen ‘frugales’) y toca asegurarse la tranquilidad en el frente secesionista, según se sube a la derecha, mediante la vil rebaja del delito de sedición, que consagra y blinda cualquier intento secesionista de futuro, junto al ya muy avanzado proyecto de referéndum de segregación.

Para ello precisa cerrar la renovación del Constitucional y colocar al frente del tinglado a Cándido Gómez Pumpido, una garantía de que no se torcerán sus planes. En la cornisa del norte, presos para Bildu y muchos panes para el PNV. Y a pastar tan contentos. Todo en orden intramuros de esta España pánfila, mansa y adormecida que ni siquiera es capaz de mover una ceja ante el imparable alineamiento de Sánchez junto al golpismo reaccionario de los hijos del bandido Pujol.

La familia del progreso vivirá en calma al menos asta la cita del superdomingo de mayo, cuando las urnas desalojarán a la izquierda en buena parte de los ayuntamientos y comunidades que ahora ocupan. Un castigo colosal, un bofetón a seis manos que Sánchez ya da por descontado. De esta forma, consumado el estropicio, y mientras en su partido se afanen por escrutar el balance de daños y recoger los restos del naufragio, el todavía presidente emergerá en el escenario embutido en su terno de Carlomagno de todo a cien, con su sonrisa de comadreja y su quijada de granito, para pavonearse como una vicetiple del Paralelo durante los seis meses de su presidencia europea.

Un trámite que también cumplieron en su día Felipe González (dos veces), Aznar y Zapatero. La factoría de ficción de Moncloa ha conseguido convencer a la opinión pública, tan desmadejada y tontorrona, de que Sánchez es el primer español que logra semejantes laureles continentales.

De momento, al objeto de evitar que le roben plano o le hagan sombra, se ha aplazado la jura de la Constitución de la princesa Leonor, prevista para el mes de noviembre

Será un semestre de abundante e indigesta propaganda oficial. El presidente ya tiene encargados, es de suponer, docena y media de esos trajes ajustados, de pernera, pitillo, mangas escuetas y tejido incierto, para exhibirse ente las cámaras como un galansote de culebrón turco. De momento, al objeto de evitar que le roben foco o le hagan sombra, se ha aplazado la jura de la Constitución de la princesa Leonor, prevista para el mes de noviembre, cuando la heredera cumpla 18 años. Nada de contraprogramar al héroe de Occidente.

España será anfitriona, en esas 24 semanas festivas y verbeneras, de más de 200 actos, distribuidos sabiamente por 24 provincias de todas las comunidades. Las más favorecidas en el reparto han sido Andalucía y Cataluña, con tres shows cada una. Galicia, País Vasco y ambas Castillas, tocan a dos por cabeza. Madrid será honrada con al menos cuatro performances de distinto volumen y género.

El momento culminante de los festejos consistirá en la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno en la Alhambra, territorio Clinton, como se sabe, al que asistirá casi medio centenar de mandatarios de medio mundo. Una variante tumultuosa y con ángel de la velada del Museo de El Prado cuando la OTAN y antes de que a los niños del pegamento les diera por ensuciar los cuadros.

Paralelamente a este despliegue de diplomacia ornamental, la agenda de Sánchez recoge seis conferencias internacionales, otras cinco cumbres de dimensiones variables y unos cuantos desplazamientos intra e intercontinentales.

Una vez fatigado este agotador calendario, Sánchez ya estará preparado para abandonar su actual carguito, tan modesto y anecdótico, escapar de una abrumadora e inevitable derrota en las generales de diciembre, cederle los trastos del partido a algún personajillo con ínfulas, quizás García-Page, y saltar sin apenas solución de continuidad al sillón planetario que para entonces ya tendrá bien pactado y apalabrado. Quizás en Bruselas, Naciones Unidas, ¿quién sabe? La proyección interestelar del Pedro el Magno, carece de límites. Un tótem universal, un emperador galáctico.

El vil capítulo del sanchismo, esa pesadilla, habrá desaparecido de la triste realidad española. No digas que fue un sueño.