Una ofrenda kitsch

Pedro Sánchez ha desarrollado una rara habilidad para poner tierra por medio y que nadie pueda recordar su presencia en el Congreso en momentos de iniquidad. Él tomó el olivo en aquella histórica sesión para la reforma del desaguisado jurídico que había montado Irene Montero con su Ley Sisí. Las únicas presencias que tuvo el Gobierno en el banco azul fueron las de la ministra de Igualdad y su alter ego, Ione Belarra. Sánchez y Yolanda Díaz no asistieron pese a que no tenían otra actividad prevista en sus agendas.

El psicópata de La Moncloa sí tenía ayer prevista otra actividad para justificar su ausencia: viajó a Nueva York para intervenir en el pleno de la ONU sobre desarrollo sostenible. Lo pueden acreditar los 107 testigos que se llevó al evento, pese a que no podrán entrar a la Asamblea más que seis  y Sánchez solo pudo hablar la noche del lunes durante dos minutos y cuarenta segundos.

La sesión parlamentaria dio de sí lo que se esperaba desde que Francina Armengol anunció la barra libre para el catalán, el vasco y el gallego el día de su toma de posesión como presidenta del Congreso. Legislativamente hablando este Gobierno acostumbra a poner el carro delante de los bueyes, dicho sea sin ánimo de señalar a los semovientes de los distintos grupos parlamentarios. Y en la sesión en la que se planteaba la reforma del reglamento para permitir el uso de las lenguas vernáculas, los vernáculos tiraron de la lengua que peor hablan como si el reglamento estuviera ya aprobado, enterrado ya el recuerdo de Félix Pons, que expulsó a tres diputados batasunos por no jurar adecuadamente el cargo y de Manuel Marín, que expulsó a un diputado de ERC por hablar en catalán.

Eran otros tiempos y otros socialistas. El artículo 3.2 de la C.E. establece que “las demás lenguas españolas serán también oficiales en sus respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos”. En sus respectivas Comunidades, dice, pero en España, en el Congreso, la única lengua oficial es el español, justo la que persiguen los modelos educativos de Cataluña y Euskadi. El portavoz del PP, Borja Sémper incurrió en una contradicción flagrante al denunciar la actitud de los socialistas y sus socios y trufar su intervención de expresiones en euskera, lo que aún no estaba permitido por el reglamento. Fue muy pertinente el gesto de los 33 diputados de VOX que abandonaron el pleno, dejando toda la quincalla y los pinganillos como una ofrenda kitsch  en el escaño de Pedro Sánchez.

En Europa la cosa pinta más difícil para alcanzar la necesaria unanimidad. El ministro Albares ha dicho que nosotros lo pagamos y que iremos poco a poco: primero el catalán, sin darse cuenta de que eso va a encalabrinar a los vascos. A Patxi López le quitas el euskera y se queda en nada.