Pedro Chacón-El Correo

  • La caída de la natalidad es determinante en la configuración de Euskadi

Si los Zurbituaga no estudian en euskera podríamos pensar que es porque ya lo traen aprendido de casa, que es lo que ocurre en los llamados «arnasguneak»; esto es, en los municipios donde más de las tres cuartas partes de su población manejan de manera cotidiana nuestra otra lengua oficial, junto con la castellana. Dichos municipios se concentran mayoritariamente en zonas rurales de Gipuzkoa, Bizkaia y norte de Navarra. En Álava solo hay uno: Aramaio. En total, según las últimas estadísticas, son 88 -75 de los 251 municipios vascos y 13 de los 272 navarros- agrupados en una institución llamada Uema (Udalerri Euskaldunen Mankomunitatea) y suman unos 250.000 habitantes.

Que los Zurbituaga no estudien en euskera no es tampoco porque hayan tenido que dejar de ir a la ikastola, que es lo que ahora, con el Covid, más preocupa a las autoridades educativas. Ya saben que el hecho de que los alumnos se hayan perdido muchas clases con el confinamiento y que ahora puedan seguir perdiéndoselas porque se declare algún positivo en su centro y tengan que dejar de ir a clase inquieta mucho en ese sentido puesto que el colegio es, para muchos chavales vascos, el único lugar donde interactúan en euskera, gracias a su profesorado.

El hecho de que los Zurbituaga no estudien en euskera no es ni porque hayan dejado de ir al colegio ni porque lo trajeran aprendido de casa. Tampoco es porque lo hubieran dejado de hablar en casa, algo en lo que las autoridades hasta ahora no han podido entrar -aunque a veces se les nota demasiado que bien que quisieran- debido a que el hogar es -menos mal- el último reducto donde cada familia puede hacer con sus usos y costumbres lo que estime conveniente. Que los Zurbituaga no estudien en euskera tiene que ver, sencillamente, con que ya no existen Zurbituagas en Euskadi. El apellido ni siquiera consta en la lista de Euskaltzaindia actualizada en 2005.

Y lo cierto es que hay un lugar que se llama así cerca de Busturia, en Bizkaia. Y de que existieron Zurbituagas no cabe la menor duda. Están presentes en Cádiz, a finales del siglo XVIII, formando parte de la poderosa colonia vasco-navarra que controlaba el consulado de una ciudad que disfrutaba entonces del monopolio del comercio americano. Sabemos que Juan Ignacio Zurbituaga, vizcaíno, dirigió en 1775 la cofradía gaditana del Santísimo Cristo de la Humildad y Paciencia, erigida por los miembros de la colonia vasco-navarra para proporcionarse cobertura asistencial y ejercer influencia en el gobierno de la ciudad. Que fue yerno de Santiago Irisarri, navarro, y que tuvo una hija, Juana de Dios Zurbituaga, que casó a su vez, también en Cádiz, con otro navarro, Juan Ángel Michelena.

Que ya no existan Zurbituagas quiere decir que muchos apellidos vascos, como ocurre con las especies en trance de extinción, también se van perdiendo. Anoto otros dos de aquella época y que tampoco existen ya: Salvochea y Urtusáustegui. Aquí parece que el tema de la continua caída de natalidad durante décadas, desde los años ochenta hasta ahora, no tiene ningún tipo de influencia sobre los pilares fundamentales de la Euskadi actual. De hecho, no hay ninguna iniciativa desde el nacionalismo vasco, sea desde el gobernante jeltzale o desde la oposición de Bildu, para intervenir en el asunto. En este tema se ha asumido, con buen criterio, que todo lo que tenga que ver con la planificación demográfica sería rechazado automáticamente por la mayoría de la población como una intromisión inaceptable en la vida privada de la gente.

El recién iniciado curso escolar cuenta con 6.500 alumnos menos en Infantil y Primaria. Como es sabido, Euskadi rompe récords, año tras año, con la tasa de natalidad más baja de toda la comunidad europea. Y nadie quiere intervenir en este tema de manera frontal para no ser tachado de lo que decíamos antes, pero que la cuestión tiene consecuencias y muy decisivas sobre lo que es el concepto actual y pasado de Euskadi, sobre todo para los propios nacionalistas, es algo que queda fuera de toda duda. Con esos 6.500 alumnos menos este año en esas etapas y con los que dejaron de asistir en años anteriores, se están perdiendo jirones de identidad vasca. Lo que ocurrió en su día con los Zurbituaga, los Urtusáustegui o los Salvochea sigue ocurriendo hoy con otras muchas docenas de apellidos vascos, cuyo número de portadores es tan escaso que ronda ya con la consunción. Para nuestras autoridades actuales, en su mayoría nacionalistas y siempre reacias a intervenir en este tema, esta constatación quizás les sirva para asumir que ese futuro del pueblo vasco que soñaron, al paso que vamos, será otra cosa muy distinta de la que ahora se imaginan.