Lucho el simpático

IGNACIO CAMACHO-ABC

  • Con su desabrido, retador estilo de liderazgo, el seleccionador ha logrado que muchos españoles no lamenten su fracaso

Lo peor de la gestión de Luis Enrique en Qatar no han sido sus decisiones futbolísticas. Su pésima dirección en el campo, sus errores en la confección de la lista, su estéril táctica de pases horizontales y posesión infinita. Ni siquiera la cabezonería fundamentalista con que ha insistido en un ideario de nula eficacia productiva. Todo eso son avatares del juego al fin y al cabo. El problema mayor es que ha conseguido que muchos españoles hayan visto con indiferencia, si no con complacencia, el fracaso del equipo en el que tantas veces se han sentido representados. Que su manera desafiante, polarizadora y arbitraria de ejercer el liderazgo ha abierto una brecha emocional entre la selección y los aficionados y ha roto el vínculo simbólico con que el deporte une a ciudadanos de convicciones diversas en un mismo sentimiento comunitario. Por una razón bien sencilla: es complicado profesar simpatía a quien hace un enorme esfuerzo por mostrarse antipático.

Lucho fue un jugador peleón pero mediocre al que la camiseta del Real Madrid le vino grande y encontró en el Barça el estímulo de revancha que necesitaba para motivarse. Su prestigio (?) como entrenador es difícil de separar de la aportación de una plantilla rutilante en la que estaban Messi, Neymar, Iniesta, Piqué y Xavi, con algunos de los cuales tuvo roces que testimonian un carácter autoritario, difícil, irritable. Con todo, y pese a una tragedia familiar que merece respeto, solidaridad y afecto, su carrera contiene suficientes éxitos para volver inexplicable esa actitud cargada de resentimiento, de hosquedad, de un gesto perpetuo de hostilidad contra el universo. Al menos en su vertiente pública se muestra como un hombre avinagrado, soberbio, intratable, desatento; el tipo de persona inadecuada para capitanear un elenco que por su propia definición de ‘nacional’ personifica al país entero.

Esa faceta displicente, ese estilo retador y desabrido, como de eterno fastidio, genera mucho más rechazo que sus polémicos pero legítimos criterios deportivos, que como director técnico tiene derecho a establecer según su mejor juicio. Y es lo que ha provocado el alejamiento entre público y equipo, más allá de que la andadura en el Mundial haya terminado en un notable ridículo, patético final para su empeño en presentarse como el más talentoso, el más experto, el más listo. Cuando eliges ese camino sólo lo puedes justificar con un resultado capaz de callar a tus críticos. Si palmas, y de una forma humillante, no cabe extrañarse de que se alegre o se distancie la gente que tú mismo has dejado al margen; no suele haber mucha compasión popular con los arrogantes. Y sí, es algo ventajista recordar esto ahora, cuando Marruecos, que en el fútbol no es nadie, nos ha echado a la calle. Pero qué quieren que les diga, uno acaba contagiándose de tanto escribir sobre el ventajismo de Sánchez.