César Vidal, LA RAZÓN, 12/12/11
Negaron la crisis por activa y pasiva hasta el punto de que sólo en un lapsus ZP pronunció la horripilante palabra delante de una Lomana incisiva y sagaz. Calificaron de «catastrofistas» y «apocalípticos» a los que advertimos de la que se nos venía encima siquiera porque sabíamos todavía sumar y nos percatábamos de que este sistema estaba gastando mucho más de lo que ingresaba. Acusaron de sembrar el mensaje del odio a los que como Mayor Oreja advertían de que se estaba negociando con la banda terrorista ETA. Censuraron por lanzar insidias a los que indicamos que Navarra se había convertido en una de las monedas de cambio en el intento de llegar a un pacto con los asesinos. Etiquetaron como «conspiranoicos» a los que insistíamos en que la historia oficial del 11-M hacía más agua que un paraguas de seis reales. Pues bien, ahora sabemos más que de sobra que no sólo todo lo que dijimos era cierto, sino que incluso nos quedamos cortos. La crisis vino tal y como anunciamos con años de antelación y está siendo mucho peor. Lo que «Chusito» Eguiguren está revelando con enorme orgullo sobre las conversaciones mantenidas con ETA deja chiquito lo que muchos pudieron sospechar siquiera porque todo apunta a que ese compadreo comenzó antes del 11-M y discurrió en paralelo al pacto anti-terrorista. Y de lo que nos contaron sobre el 11-M, ¿qué les puedo decir? Se fundieron los trenes, pruebas esenciales, en cuestión de horas –«reciclar» ha denominado a esa destrucción de pruebas un conocido majadero– algunos de los TEDAX están a un pelo de acabar en el banquillo por no respetar los protocolos; resulta más que obvio que la mochila de Vallecas fue una fabricación; ya no se puede ocultar que el Skoda anduvo perdido para que de él salieran cosas como si de un juego de prestidigitación se tratara y los testimonios que se utilizaron para condenar a Jamal Zougham son menos creíbles que ZP prometiendo el pleno empleo. Durante siete años, nos llamaron de todo, nos insultaron, nos descalificaron, nos injuriaron, en algún caso hasta lograron que nos echaran de algún medio de comunicación. Todo eso acontecía mientras en paralelo proferían las defensas más serviles y los ditirambos más desvergonzados en favor de aquellos que hundían económicamente la nación, que descoyuntaban el orden constitucional y que se sentaban a discutir condiciones de mercachifles indignos con los culpables del asesinato de casi un millar de españoles. Pues bien, ahora resulta que todos ellos mentían como bellacos. Pues bien, ahora resulta que lo que decíamos era la pura verdad. Pues bien, ahora se ha descubierto el pastel y desprende un tufo espantoso a corrupción y sangre. No me extraña. A fin de cuentas, ya dijo Jesús que «lo que digáis en un lugar secreto, lo acabarán gritando desde las azoteas».
César Vidal, LA RAZÓN, 12/12/11