José Ignacio Wert Moreno-El Español
Alertábamos por aquí hace un par de semanas de los peligros de adquirir la condición de «mirlo blanco». Macarena Olona lo sabe desde hace unas horas en carne propia.
Resulta difícil hablar de fracaso cuando se han obtenido dos diputados más que en la última convocatoria electoral. Pero ustedes saben de lo que estamos hablando.
Vox se enfrenta hoy a una prueba de madurez. Su primera decepción en las urnas y su primera dirigente «quemada». ¿Qué papel le puede aguardar a Macarena Olona como portavoz del tercer grupo del parlamento andaluz?
Los resultados electorales se parecen a las películas. Hay que juzgarlos en función de lo que sus responsables pretendían conseguir. Vox afrontó la campaña andaluza en volandas de sus últimos éxitos, no menores.
Entró con fuerza inusitada en Cataluña, salvó los muebles en Madrid aumentando su representación frente a un PP en auge y fue el ganador real de las elecciones en Castilla y León. Se trataba de resultar fundamental para formar un gobierno y de hacerlo valer exigiendo la entrada con la vicepresidencia. Para ello el crecimiento respecto a 2018 tenía que ser exponencial. Encuestas había hace meses que apuntaban a ello. ¿Por qué no ha sucedido?
Las miradas se posan en la candidata Olona. No puede decirse que haya pasado desapercibida. Por primera vez, agitar una campaña y acaparar todos los focos no se ha traducido en un éxito para el partido de Santiago Abascal. Su campaña ha estado orientada casi en exclusiva al tuitero convencido que apoya a este partido. Se ha notado especialmente en los debates televisivos. El espacio privilegiado que ofrece este formato para lanzar mensajes al público más alejado de la batalla política cotidiana, esa que siguen políticos, politólogos y periodistas (¡la PPP!), se desperdiciaba mandando guiños (Wordperfe) para iniciados.
Es curioso: cuando Casado aún presidía el PP, Abascal consiguió driblarle en alguna sesión parlamentaria preguntando a Sánchez por la escalada de los precios en vez de por alguna batallita cultural. En una campaña marcada por el precio de la luz o de la gasolina, Olona se ha agarrado casi en exclusiva a causas-nicho que sólo interesan a los más cafeteros de su partido.
Volvamos a los debates. Arrojan una reflexión de interés para todos. Dice mucho del estado actual del Congreso de los Diputados que una de sus principales figuras haya resultado tan extravagante una vez trasplantada a otro ecosistema político. Era difícil tomarse en serio el discurso de Olona, que a veces parecía el holograma de Aurora Bautista en alguna película de CIFESA. La teatralidad era tan histriónica que resultaba más propia de un sketch.
➡ @Macarena_Olona
«Elección tras elección, VOX aumenta la confianza de los españoles allí donde se presenta».#EleccionesAndaluzas pic.twitter.com/N2WVx5Uy0q
— VOX 🇪🇸 (@vox_es) June 19, 2022
Por primera vez, una mañana postelectoral en Vox estará presidida por un «¿qué ha fallado?». Camisas arremangadas, gráficos desplegados, suspiros, café, caras largas. Ese bofetón de realidad que te dice que el conjunto de una sociedad no responde al microclima que respiras en tu burbujita de tuiteros y mitineros. El precio es el sacrificio, que hoy luce totalmente inútil, de tu portavoz adjunta en el Congreso.
Es posible que Olona acabe encontrando su sitio enfrentándose a Moreno y sea una candidata verosímil dentro de cuatro años. Pero para eso va a tener que tirar a la basura todos los planes que había pergeñado hasta ahora para Andalucía. Su propósito de mimetizarse con el entorno ha sido como el de Hernández y Fernández vestidos de Fu Manchú por las calles chinas en El loto azul.
Es de esperar que el análisis de los resultados arroje no sólo autocrítica; también peticiones de perdón. El que merecen las empresas privadas de encuestas, acusadas directamente de corrupción por la candidata. Habló de sondeos «cocinados». Quizá a su campaña le faltara un hervor.