IGNACIO CAMACHO-ABC

  • Nos gobiernan mentes preclaras, capaces de sintetizar en dos palabras un asunto tan complejo como la gestación subrogada

Madre del amor hermoso, Ana Obregón en la apertura de los informativos. Esto no lo había logrado ni con aquellos posados en bikini en la Costa de los Pinos (alguno presencié en vivo durante mi etapa de reportero frívolo, la más divertida en cuatro décadas de oficio), ni cuando paseaba sus amoríos por Marbella (de lo que también me tocó ser testigo), ni siquiera cuando falleció su hijo. Esta mujer ha tenido siempre un gancho especial para captar protagonismo pero jamás habría uno pensado que sus peripecias acabarían en carne de debate político, ni menos que iba a poner de acuerdo a las dos Monteros del Consejo de Ministros. Y aún menos a cuenta de la gestación subrogada, un asunto complejo sobre el que cualquier criatura sensata se pararía a reflexionar un poco antes de despacharlo en dos palabras. Error: nos gobiernan mentes de sagacidad extraordinaria, capaces de elaborar síntesis morales y jurídicas rápidas y fijar con ellas una posición doctrinal terminante y clara.

Debimos imaginar este escenario cuando Sánchez, todavía en la oposición, llamó a ‘Sálvame’ para intervenir en directo en un debate sobre la crueldad de cierto festejo taurino de pueblo. Era el preludio de un estilo dispuesto a pisar sin titubeos cualquier terreno donde hubiera alguna posibilidad de obtener réditos. Luego vino la transfiguración de Rociito en símbolo doliente del feminismo posmoderno, cuyas lacrimógenas denuncias movían a las minervas de la sororidad a emitir el solemne pronunciamiento que convertía las emociones en fuente del Derecho: «Hermana, yo sí te creo». Nada tan potente como un icono del colorín, una figura de los programas de cotilleo, para sacar la política del Parlamento, trasladarla al ámbito doméstico y construir relatos triviales con los que sacudir el tedio de una ciudadanía cansada de disquisiciones puntillosas llenas de detalles técnicos. Tráeme la aventura de un famoso, un drama de celos, vientres de alquiler, maltrato o despecho, y legislaré con su ejemplo.

Una persona del montón se preguntaría ante la maternidad comisionada de Obregón si es buena idea tener un bebé a los 68 años. El clarividente dúo Montero, en cambio, ya ha superado esa duda para poner el foco en el útero mercenario. «¡Violencia!» claman a coro quienes despenalizaron una insurrección por la fuerza contra el orden constitucional del Estado. En España esa clase de gestación ya está prohibida y nadie la defiende (salvo Ciudadanos, cuya relevancia es desafortunadamente mínima). ¿Dónde está, pues, el debate? ¿A qué tanta escandalera, tanta sobreactuación, tanta algarabía? Ah, que estamos en campaña, período de berrea electoralista. Quizás un día de éstos, cuando pase el estrépito, fuese oportuno preguntarse por el futuro de esa niña. Mientras tanto discutamos sobre madres pobres y ricas y hagamos leyes para convertir la familia en una cuestión administrativa.