La puesta de largo del mecanismo de recaudación –llamarlo Espriu evidencia que el sentido del ridículo quedó atrás– va más allá de esa fuerza simbólica: la consigna de preparados para recaudar equivale a preparados para todo. Y transmite que el independentismo progresa bajo una hoja de ruta decidida, frente a los gobiernos centrales que, con variaciones, nunca han tenido antídoto previsto. Del buenismo de Zapatero al absentismo de Rajoy, del aprobaré lo que salga del Parlament a la recogida de firmas, durante la última década no ha existido un plan del Estado. La inercia de inacción de Moncloa resulta inquietante, por más que Rajoy, rotos los puentes sorayos de diálogo y acosado desde Faes, elevara ayer el tono.
Los próximos movimientos no van a dirimirse sobre estrategias de largo recorrido, sino con tacticismos electoralistas a corto. Y los nacionalistas, a la baja en las encuestas, pueden verse con viento de cola. Ya cuentan con que la convocatoria del referéndum se frustrará, aunque la CUP apele a la violencia, por cierto una violencia que exhiben estos días contra el propio Govern, y eso provocará un adelanto electoral en Cataluña. Si anticipan la convocatoria del referéndum de septiembre a primavera, pueden beneficiarse de un doble victimismo: la imagen de la policía precintando colegios electorales tras el procesamiento de Mas como mártir de la «violencia judicial» de «el Estado opresor». Será de locos, pero es el relato. Para Rajoy resulta temible ese escenario en minoría, con el PSOE sin resolver su liderazgo, o a lo peorcon Sánchez de vuelta decidido a pactar con Iglesias y los nacionalistas. Eso le llevaría también al adelanto en un escenario de alta inestabilidad.
Todo clima de tensión irracional favorecerá al nacionalismo. En definitiva, éste es «la máxima expresión de la sentimentalidad» en política, como enfatiza Arias Maldonado, autor del celebrado ensayo La democracia sentimental. Y como él anota: «la democracia está mal equipada para combatir el populismo o el nacionalismo». Entretanto allí manejan las ficciones míticas de 1714 para vender, sin España, Make Catalonia Great Again. Al cabo el nacionalismo se parece al alcohol barato, como decía DanFried, el diplomático enviado especial de Obama para la clausura de Guantánamo: primero marea dulcemente; después ciega inadvertidamente; y al final provoca destrozos. La segunda fase se está agotando.