EL MUNDO 31/10/13
VICTORIA PREGO
El PSC se está convirtiendo en un problema para el PSOE de dimensiones extraordinarias que no es compensado, ni mucho menos, por el interés que pudiera tener la influencia del PSC entre los votantes socialistas de Cataluña. Todos saben que el retroceso de ese partido es imparable desde los tiempos del tripartito de Maragall. Así que los dos partidos se comportan como dos heridos que caminan apoyándose el uno en el otro y avanzan a trompicones hasta caer juntos al suelo.
La decisión del PSC de apoyar el derecho de autodeterminación disfrazado de derecho a decidir ha sido un error mayúsculo que no le va a dar más votos, sino menos. Y con ese aviso de que ellos votarían no se quedan además en un terreno de nadie en el que se van a consumir. Y el PSOE se ha empeñado en «comprender» esa posición disparatada y en caminar hasta el final junto con lo que queda del socialismo, o lo que se sigue llamando así en Cataluña.
Y entonces se queda sin discurso. Enarbola una reforma constitucional que no interesa a los independentistas y que no está pactada con nadie más que con el PSC y se queda solo en el centro de la pista sin que le entiendan ni sus propios militantes. Porque seguro que Rubalcaba no se engaña en esto: no es la vieja guardia la que protesta. La vieja guardia es la que habla porque es la única que tiene autoridad adquirida para hacerlo. Pero eso que dicen Guerra, Chaves, Bono y tantos otros es lo que piensa la inmensa mayoría de su militancia y de sus votantes.
Además de romper el partido en votaciones en el Congreso, cosa que volverá a suceder según vaya avanzando el proceso puesto en marcha en Cataluña, el PSC y su apuesta disparatada están deshaciéndolo en el resto de España. Porque que el Partido Socialista se hubiera abstenido en la votación de una moción que, en definitiva, venía a decir que la soberanía nacional la encarnan todos los españoles, eso no lo hubiera admitido la mitad de los diputados ni la totalidad de quienes votan o han votado al PSOE en España.
Rubalcaba no tiene más opción que hacer lo posible por descabalgar al PSC de su apuesta descabellada por el derecho a decidir, que les coloca además en una posición de servicio del independentismo, o poner de una vez distancias con el partido en Cataluña. Porque esa compañía íntima va a acabar con las escasas posibilidades electorales del PSOE en España, especialmente a medida que nos acerquemos al montaje que los independentistas prometen culminar con la convocatoria de un referéndum.
El espectáculo de un partido dividido a la hora de una votación tan simbólica en el Congreso es la peor imagen que un partido de la oposición puede ofrecer. Y ya es la segunda vez que esto sucede. Hay un precedente peligroso y que deberían tener en cuenta sus dirigentes: la UCD de sus últimos tiempos.