ISABEL SAN SEBASTIÁN – ABC

Otegi subrayará hoy con su presencia en la Diada la indignidad en la que han caído los apóstoles de la independencia

TODOS sabemos la clase de «mambo» que gusta bailar a los integrantes de las CUP y sus primos batasunos. Llevamos años pagando los destrozos que ocasiona. No se acompaña de música, sino de gritos. La percusión que utiliza es de naturaleza brutal y no impacta precisamente sobre la piel de un tambor. Le va el sonido de cristales rotos más que el de las maracas. Se baila en grupos compactos, en manada, a cara cubierta y brazo armado de algún objeto contundente. El «mambo» con el que amenaza la plana mayor cupera en un vídeo, después de estrellar en el fondo de un barranco este malhadado «prusés» separatista, tiene tintes siniestros que ponen los pelos de punta. No en vano se apunta al baile, en calidad de figura estelar, el terrorista Arnaldo Otegi, condenado por secuestro y pertenencia a banda armada. Los partidarios del salto hacia el abismo rupturista saben a quién recurrir cuando se trata de asesorarse sobre el mejor modo de destruir la cohesión de una sociedad, sembrar en ella el suficiente miedo como para allanar la resistencia, dividir familias y cuadrillas de amigos, expulsar o silenciar a los discrepantes y, por último, emplear la violencia contra los recalcitrantes que no se dejan intimidar. ETA ha practicado esa danza durante lustros, con idéntico propósito al perseguido por Anna Gabriel y su compañía de «artistas»: desmembrar la nación española haciendo mangas y capirotes de las reglas de juego democráticas. El terror siempre ha sido un medio, nunca un fin en sí mismo. Un medio al que no se hacen ascos, pero el último recurso. Ahora también.

Las CUP anuncian un «mambo» que bien podría empezar a ensayarse hoy mismo, aprovechando la Diada, por más que el escenario previsto para representar la función sea el del 1 de octubre. Resulta altamente preocupante la presencia en Barcelona de una nutrida representación del anarquismo europeo, especialista en montar altercados, romper escaparates y destruir mobiliario urbano, y más inquietante aún es comprobar hasta qué punto el nacionalismo antaño «moderado» se ha aprendido la coreografía y sigue fielmente los pasos. Porque el susodicho Otegi no es solo el embajador de los hijos de Terra Lliure, sino un verdadero abanderado del «prusés» que capitanean Puigdemont y Junqueras. Nadie tiene reparos en fotografiarse a su lado. Hoy se dará un baño de masas en la Ciudad Condal, aplaudido por las huestes golpistas, que reservarán sus huevos podridos, abucheos e injurias para los demócratas que se atrevan a desafiarles reivindicando los símbolos de la Cataluña constitucional. Hoy ese sicario del hacha y la serpiente subrayará con su presencia la magnitud de la indignidad en la que han caído los apóstoles de la independencia pretendida al margen de toda ley, lógica, decencia moral o verdad. Y hoy será solo el comienzo de un camino hacia ninguna parte que puede acabar muy mal.

El «mambo» de la CUP, Otegi, Puigdemont y Junqueras da miedo. ¡Claro que sí! Hay mucha gente asustada en Cataluña, con razón. ¿Cómo no estarlo cuando los máximos representantes del Estado en la comunidad autónoma se han declarado «de facto» en rebeldía, su principal aliado en la causa de la sedición ha militado con orgullo en las filas de ETA y el Gobierno de la Nación se parapeta detrás de las togas, incapaz de hacer política? Todos tememos un estallido de violencia. Nadie en el bando demócrata desea que se produzca. Pero no será el apaciguamiento el que pare los pies de los violentos. Será su último recurso, pero lo emplearán si creen que hace fala y nadie se lo ha impedido.