Mañas universales

EL MUNDO 07/05/14
SANTIAGO GONZÁLEZ

Manuel Téllez, fundador y cabeza de Cuadrifolio, ha sido siempre un hombre muy discreto al decir de quienes lo conocen. Eso me ha impedido dejarme llevar por el sintagma y escribir «cabeza visible», porque visible era poco. Antiguo carpintero, fundó su empresa hace 28 años, al hilo de la segunda mayoría absoluta de Felipe González, esa síntesis de Jesucristo y el Che Guevara en definición de la evangelista Valenciano.
Cuadrifolio ha venido a ser para el PSOE lo que Gürtel para el PP. O, dicho de otra manera, Castilla-La Mancha ha sido para Cuadrifolio, lo que la Comunidad Valenciana para la trama Gürtel, un espacio privilegiado para las fantasías contables.

El know how en estos asuntos viene a ser sota, caballo y rey, un menú corto, como las aventuras sexuales en gentes de imaginación standard. Desde Filesa, que fue el origen, se trataba de servicios a instituciones, que eran facturados a las mismas por un precio dos, tres, y hasta 10 veces superior al de mercado en alguno de los concursos o adjudicaciones que ganaba Cuadrifolio. El desmesurado margen empresarial así obtenido servía para que la misma empresa prestase servicios de naturaleza análoga al partido que gobernaba la institución. Aquí sí podríamos decir con todo fundamento que «los actos de Cuadrifolio están muy sobrevalorados», aunque no más que los de Gürtel.

A veces, el mobiliario era el mismo; bastaba con cambiarle el logotipo. No era venta, sino alquiler, que a veces, y a fuerza de repetir la operación, suele salir más caro. Es legendario el sobrecosto del alquiler por TVE de la bufanda de Locomotoro para el programa Los Chiripitifláuticos a la empresa de atrezzo que la facilitaba. Por otra parte, la mismísima Biblia provee de coartada para esta dualidad partido-institución: «Haz que tu mano izquierda no perciba lo que hace tu derecha…» (Mateo, 6:3). «…Para que tu limosna quede oculta», añade en el versículo 6:4. Bien interpretada, La Biblia permite más posibilidades a la corrupción que la Constitución a un independentista: fraccionamiento de contratos, concursos a dedo, convenios y otras martingalas parecidas, de las que se habla con toda naturalidad en los correos electrónicos que se cruzan entre los cargos públicos, aunque, todo hay que decirlo, mucho más pudorosos que los de Urdangarin.

Y están los regalos, que suelen ser el capricho de los jefes de la trama, quizá un homenaje a Michael Corleone, cuando reúne a las familias y hace pasar una bandeja con joyas para que cada capo tome una. Manolo Téllez, como sus iguales, llevaba personalmente el asunto en su libreta y adjudicaba los regalos. También hubo uno para Moltó, aquel artista de Caja Castilla-La Mancha, el Savonarola de los telediarios cuando el caso Ibercorp. «Míreme a los ojos, señor Rubio». ¿Recuerdan?