Tonia Etxarri-El Correo

La oposición, expectante ante los planes de emergencia que dará a conocer el lehendakari en funciones

Emergencia sanitaria, que no estado de emergencia, segunda oleada, posible tsunami, ¿volvemos al punto de partida? Las palabras que se utilizan, en plena pandemia del Covid-19, no están elegidas al azar. El Gobierno vasco ha optado por la comunicación dura para situarnos más cerca de la realidad. A ver si nos tomamos en serio nuestro ocio con condiciones seguras. El País Vasco se encuentra en el ascenso de la curva, justo lo contrario de lo que preconizaban los comités de expertos que nunca existieron para el verano. Y la consejera Nekane Murga prefiere meter miedo a los jóvenes adictos al botellón mientras asegura que, al menos ahora, estamos viendo venir la segunda fase del desastre. Los jóvenes transmiten y los abuelos de las residencias se contagian. De nuevo. Un círculo infernal.

El fantasma del retorno al túnel del confinamiento se proyecta sobre nosotros. Hemos perdido a 45.000 personas. Y la incertidumbre de que se vuelvan a repetir los errores es la marca del verano. Mejor la dramatización de la consejera vasca que el pasotismo del funcionario Fernando Simón.

Urkullu ha decidido retomar el mando único en el ámbito vasco. Y se permitirá adoptar medidas por su cuenta. De forma unilateral. Como se funcionó, de hecho, en los primeros meses de la pandemia, cuando el gobierno de La Moncloa iba como pollo sin cabeza, noqueado, a los mercados internacionales en busca de equipos de protección y material sanitario. Que si no hubiera sido por iniciativa de muchas comunidades autónomas y la ayuda de la empresa privada, seguramente ahora nos encontraríamos peor de lo que estamos. Existe máxima expectación ante la letra pequeña de este ‘contrato’ unilateral del lehendakari que conoceremos estos días.

Unas vacaciones en plena crisis le habrían costado el puesto a un presidente del centro derecha. A Sánchez, no.

No se contempla el confinamiento total. Ni los toques de queda amplios que puedan implicar recortes de derechos fundamentales. En busca del equilibrio imposible. Cruce de intereses en un horizonte de ruina económica. Choque de necesidades. Hosteleros y comerciantes versus sanitarios. La oposición al lehendakari espera conocer el plan de la emergencia sanitaria vasca. El PP de Iturgaiz se muestra dispuesto a colaborar. Esperan que Urkullu no caiga en el mismo vicio que Sánchez, que abusó del mando único. Y, sobre todo, que el reparto de los fondos europeos se haga con equidad y equilibrio. Hay que reactivar la industria y ayudar a los autónomos.

La rebelión de los municipios (Bilbao, incluido) contra el decreto del superávit que el Gobierno de Sánchez pretende aplicar para cobrarse el dinero que le sobra a los ayuntamientos ha provocado roces entre el PNV y el PSE. En el ámbito municipal. Pero la sangre no llegará al jardín de Ajuria Enea en donde se negocia la formación del nuevo gobierno de coalición con los mismos partidos que en la legislatura pasada.

Sánchez ha delegado en las comunidades autónomas dando la impresión de dejadez. El presidente vacacionea de palacio en palacio. Celebrando que los líos judiciales en los que se ha metido su socio a él no le afectan. Podemos se debilita mientras él se fortalece. Pedro sostendrá a Pablo mientras lo necesite. No por casualidad su acercamiento a Ciudadanos se está afianzando.

Unas vacaciones en plena crisis sanitaria y sin plan para la segunda ola, no están bien vistas por la afición. Salvo que se trate de Sánchez. A un presidente del centro derecha le habría costado el puesto. A él, las facturas políticas le salen gratis.