JON JUARISTI-ABC

  • El descubrimiento de un christmas vasco precristiano consterna a España

Se ha montado bastante pollo en torno al bombazo arqueológico del otoño: una mano plana de bronce con inscripciones en alfabeto vascónico (modalidad foral del ibérico) hallada, el pasado año, en un castro del siglo I antes de Cristo del valle navarro de Aranguren, junto a Irulegui. Resulta que se ha conseguido descifrar la primera palabra del texto, que algunos expertos han transcrito como SORIONEKU, interpretada, a partir del eusquera zorioneko, como «dichoso, afortunado, suertudo». Tras conocerse el hallazgo, la prensa se ha dividido entre entusiastas y escépticos. Ejemplo de lo primero, un medio pamplonés que niega la condición de vasco a quienes pongan en duda la autenticidad de la cosa, y, de lo otro, un digital católico madrileño, al que la mano le recuerda las falsificaciones eusquéricas de 2005 en inscripciones de fragmentos cerámicos supuestamente desenterrados en el poblado romano de Iruña-Veleia (Álava).

A mí, la mano me merece absoluto crédito, porque tanto el descubrimiento como la transcripción han recibido el aval de Joaquín Gorrochategui, catedrático de Indoeuropeo de la Universidad del País Vasco y uno de los grandes especialistas en lenguas prerromanas de la península, que fue el primero en destapar la estafa de Veleia. Con ejemplar mesura, Gorrochategui ha resaltado la importancia del bronce de Irulegui para la historia de dichas lenguas, pero sin exagerarla.

Por el contrario, el medio católico antes aludido recurre a fuentes poco solventes para sostener que SORIONEKU es palabra románica derivada del latín sors («suerte»). No es así: zorion es voz patrimonial eusquérica, no latina, compuesta de zori («pájaro») y on («bueno») y que vale por «pájaro de buen agüero» en español. Se opone a zoritxar («pájaro de mal agüero», «desdicha»). Zorionak es la fórmula habitual en eusquera para felicitar pascuas y cumpleaños, bodas, bautizos y comuniones, y de ahí que zorion, en singular, venga a traducirse como «felicidad».

Hay quien lo utiliza como nombre propio, equivalente a Félix. El primero que lo hizo así fue un ‘crooner’ vizcaíno de los sesenta, Zorion Eguillor, el Cantante de las Alpargatas. Teniendo en cuenta que en época romana el sufijo vascónico ko/ku, en onomástica, funcionaba como un diminutivo afectuoso, SORIONEKU valdría por el asturiano Felisín o algo parecido.

En cuanto a cuál podría ser la función de la dichosa mano, descartado ya que se tratara de un adorno de casco tipo Astérix y dado el lugar de su aparición, no creo que fuera un amuleto como la mano de Fátima. Quedan solo dos hipótesis plausibles: o bien formaba parte de un ‘baculum castitatis’ para estudiantes navarros cuando van a la posada, o, más probablemente, estamos ante una calculadora para guipuzcoanos. Todavía las fabrican en Tolosa o así, de plástico reciclado. Tienen mucha demanda.