EL MUNDO – 25/07/16
· Así negociaron González, Aznar y Zapatero con CiU, PNV o ERC para poder gobernar.
· Pujol siempre estaba incómodo. Lo contó Aznar en sus memorias. «Se quejaba de manera permanente. Nada era suficiente. Nada le satisfacía. Ni siquiera cuando desde su propio partido se reconocía que los acuerdos alcanzados con el PP eran buenos para Cataluña».
La primera vez que José María Aznar y Jordi Pujol se reunieron fue en un molino que tenía Rodrigo Rato en Carabaña. El PP acababa de ganar las elecciones de 1996 con 15 escaños más que el PSOE, cifra insuficiente para mandar en solitario. Felipe González trasladó en aquellos días la presión de formar gobierno al partido más votado, con la esperanza disimulada de que el PP no lograse cerrar ningún acuerdo. «En ese caso, claro está, se abrirán nuevas posibilidades», dijo. ¿Les suena? El PSOE garantizó que votaría en contra de la investidura de Aznar mientras Felipe avisaba: «No es bueno contemplar la hipótesis de un nuevo proceso electoral».
Y entonces los nacionalistas se sentaron a negociar. Otra vez. «Pujol se tomó su tiempo», rememoró Aznar años después. «Venía de apoyar al PSOE incluso contra el viento de la corrupción y la marea de la crisis. Y ahora tenía la posibilidad de prestar su apoyo decisivo a un Gobierno del PP. Decidió prolongar la negociación, un poco por necesidad, otro poco por regodeo, para demostrar que era imprescindible».
Los contenidos del pacto los gestionó Rato mientras Pujol y el líder del PP debatían sobre «cuestiones generales». Eran los tiempos, ya saben, en los que Aznar hablaba catalán en la intimidad («en círculos reducidos», dijo él). En los que se había pasado de corear bajo el balcón de Génova «Pujol, enano, habla castellano» a «Pujol, guaperas, habla lo que quieras».
Archivado el caso Banca Catalana y sin atisbo entonces de desafíos independentistas desde Cataluña, CiU comprometió sus votos para investir a Aznar a cambio de la supresión del servicio militar, la sustitución de los gobernadores civiles y, sobre todo, la cesión del 30% de la recaudación del IRPF. El acuerdo se firmó en el Hotel Majestic de Barcelona. «No es admisible que Aznar compense con dinero los votos que no obtuvo para gobernar en solitario», criticó públicamente José Bono. Años después, también en sus memorias, Jordi Pujol, confesó que hasta el propio Felipe González le había animado a pactar con el PP. «Alguien tiene que gobernar. No se puede hurtar la victoria de quién ha ganado en España. Por consiguiente, convendrá que vosotros apoyéis a Aznar», le recomendó el líder del PSOE. «Además, yo no quiero pactar con los comunistas».
Pujol y González tenían buena relación. No en vano, el líder de CiU ya había pactado con el PSOE antes de hacerlo con el PP. En 1993 Felipe ganó las elecciones por cuarta vez consecutiva pero las cuentas tampoco le daban. González citó a Pujol en La Moncloa y llegó a ofrecer a CiU que entrara en el Gobierno. Pujol se negó pero consiguió la cesión del 15% del IRPF, los fondos europeos de cohesión, más autogobierno e inaugurar el debate sobre la financiación.
El PNV tampoco quiso entrar en el Consejo de Ministros pero sí garantizó su apoyo al Gobierno a cambio de un calendario de transferencias para el País Vasco.
En 1996 Aznar también reclutó el apoyo de los nacionalistas vascos. «Por elección, no por necesidad». El PNV consiguió quedarse la recaudación de los impuestos por el alcohol, el tabaco y la gasolina y recuperaron el patrimonio incautado por Franco en la Guerra.
Durante su segunda legislatura, la de la mayoría absoluta, Aznar se olvidó del favor de los nacionalistas («guetos culturales e identitarios», decía en 2003) pese a que seguía contando con CiU. «O hay un Gobierno del PP, o hay una coalición de pancarteros, de Zapatero, de comunistas e independentistas que todas las mañanas desayunan galletas de rencor o de odio», declaraba en marzo de 2004, días antes de la primera derrota de Rajoy.
Zapatero fue investido con los votos a favor de ERC y el BNG y la abstención de CiU, PNV, Eusko Alkartasuna y Nafarroa Bai. «No nos defraude», le pidió ERC a Zapatero. Este hizo pública desde la tribuna del Congreso su condición de culé, se comprometió a defender que el catalán fuese lengua oficial en la UE y Puigcercós le recordó su promesa electoral: «Apoyaré la reforma del Estatuto que apruebe el Parlamento catalán».
El Constitucional tumbó en 2010 buena parte del texto. Para entonces, Zapatero había revalidado su mandato con el voto en contra de ERC, pero la abstención de CiU, PNV o BNG. A Convergència le prometió el trasvase del Ródano y publicar las balanzas fiscales. Al PNV sólo le prometió dialogar y el PNV le advirtió: «El dilema es entendimiento o caos». Zapatero se preguntó por qué el mismo Partido Nacionalista Vasco que había apoyado a Aznar no le apoyaba a él y Josu Erkoreka se lo explicó: «Nadie da créditos sin garantías y apoyar a un candidato a presidir el Gobierno tiene un precio».
EL MUNDO – 25/07/16