Ignacio Camacho-ABC

  • El fondo de rescate europeo deja a Sánchez ante el reto de engañar al mismo tiempo a la UE y a Podemos

Acostumbrado a la política del aventurerismo y el engaño, Sánchez se dispone a emprender la aventura de engañar a Europa. Hasta ahora ha conseguido camelar a una porción notable de españoles y a sus socios parlamentarios, que a cambio de que no gobierne la derecha le toleran su compulsiva tendencia a la propaganda y al amaño. Bruselas, sin embargo, es una incógnita porque su estructura burocrática está basada en la frialdad relativamente objetiva de los datos, aunque no siempre los revisa con el rigor luterano que proclaman sus exigencias de compromiso presupuestario. El presidente español confía en que Macron y, sobre todo, Merkel, le aflojen la mano y le otorguen cierta tolerancia en los primeros años; después ya se verá, que el sanchismo es un proyecto construido sobre objetivos a corto plazo con un instinto de supervivencia meramente táctico. Sus cálculos se basan en ir tirando, en la paradoja de asentarse mediante la acumulación de equilibrios precarios.

Así lo viene haciendo en España, donde piensa abordar los presupuestos desde una «geometría variable», de apoyos inciertos, en la que el único elemento firme es su alianza, aritméticamente insuficiente, con Podemos. El problema consiste en que el partido de Iglesias suscita desconfianza en el marco europeo y sus propuestas pueden obstaculizar la llegada del dinero que el presidente ha presentado como la conquista de un trofeo. Por blanda que sea -que lo es, al menos de momento- la condicionalidad del préstamo, la ayuda estará sujeta a requisitos concretos cuyo cumplimiento reclamarán Holanda y otros países austeros. El plan es embridar a los morados con su cuota de poder en el Gobierno y sortear las reticencias de los «frugales» con un ajuste al alza de los impuestos. Un reto sólo al alcance de un tahúr experto: embaucar a todos al mismo tiempo.

Cometerá un error, no obstante, quien desdeñe la capacidad de enredo de Sánchez y su habilidad para zafarse de los marcajes. El de la UE tampoco va a ser atosigante; la aceptación por Alemania del endeudamiento sistémico supone un cambio de prioridades que anula en la práctica las anteriores fórmulas severas de rescate. A las instituciones comunitarias sólo les interesan los macrocuadros fiscales y España contará con margen mientras no distorsione las cifras con operaciones de maquillaje. Esa tentación sí es letal; Europa no se va a injerir en el control de los gastos clientelares, pero será inflexible con cualquier intento de timar a sus contables.

Por eso, más allá de la impudicia narcisista, el pasillo triunfal de La Moncloa ha sido una equivocación política. Es fácil suponer el efecto de esa euforia en las cancillerías de las naciones que van a socorrer nuestra economía. Cuando te ayudan debes mantener una discreción mínima si no quieres que en la próxima cumbre te pasen la factura de una provocación tan gratuita.