Marcaje y supeditación

EL CORREO 14/01/14
ALBERTO AYALA

· Una cosa es estar atento para no conceder ventajas a la izquierda abertzale y otra bien diferente plegarse a ella por temor. El PNV no parece tener aún clara la diferencia
· El PNV pudo dejar la marcha de Bilbao cuando vio que Sortu incumplía los términos pactados

Andoni Ortuzar acaba de cumplir este pasado fin de semana un año como presidente del Euzkadi buru batzar (EBB). Un aniversario que los siempre complejos designios de la política han querido que coincidiera con una de las decisiones más controvertidas, si no la mayor, que el burukide de Sanfuentes ha debido de tomar junto a sus compañeros de ejecutiva desde que llegó al despacho noble de Sabin Etxea: volver a salir a la calle con la izquierda abertzale, siquiera de forma excepcional, quince años después del Pacto excluyente de Lizarra.

El líder jeltzale puede sentirse moderadamente satisfecho del balance de sus doce primeros meses en el cargo. Cogió el testigo de su amigo el lehendakari Urkullu tan pronto el PNV recuperó el poder perdido. Juntos decidieron que no era conveniente que el partido entrara en pactos estables con nadie y que había posibilidades de jugar a la geometría variable. No fue así.
Asumir el fracaso que representa para cualquier Gobierno ser incapaz de sacar adelante sus primeros presupuestos y un par de revolcones parlamentarios fueron suficiente para darse cuenta del error. Claro que de poco hubiera servido si la oposición opta por hacerle una pinza.

No fue así. Primero al PSE y, de inmediato, al PP les entró un ataque de miedo versus responsabilidad, y ambos se abrieron al acuerdo pensando, sobre todo los socialistas, más en el futuro que en el presente.
De esta forma, doce meses después de su retorno a Ajuria Enea, el Gobierno jeltzale goza de una razonable estabilidad y sin que el partido haya tenido que tragar grandes sapos para lograrlo. Lo más, una reforma fiscal dictada por los socialistas de la que, curiosamente, el único que no se va a beneficiar directamente es el PSE y sí el resto de los partidos (PNV, EH Bildu y hasta PP) que dirigen los gobiernos forales y el vasco.
Con el viento de las encuestas a favor, perspectivas de empezar a salir de la crisis, la paz un poquito más consolidada cada día que pasa y el debate soberanista controlado-hibernado a la espera de lo que ocurra en Escocia y, sobre todo, en Cataluña, en la agenda jeltzale solo persiste un motivo de preocupación permanente: la izquierda abertzale. Casi una obsesión.

El peligro
Desde su espectacular irrupción en las elecciones municipales y forales de 2011, y su posterior consolidación en las generales y en las autonómicas, el único objetivo del PNV ha sido –es– no cometer errores. Se trata de mantener a raya a la antigua Batasuna y evitar que llegue algún día el temido ‘sorpasso’ (adelantamiento).
Esa fue la única razón por la que los jeltzales permitieron a la izquierda abertzale (IA) gobernar la Diputación de Gipuzkoa, el Ayuntamiento de San Sebastián y tantos otros. Por eso, un año sí y otro también les salvan el presupuesto. Y por idéntica razón el partido de Ortuzar se apresuró hace unos meses a a derogar el Día de Euskadi en el Parlamento poco después de asegurar que no era una de sus prioridades. Que Bildu anunció que lo pediría y evitar que se apuntara el tanto ante la parroquia nacionalista

Ese marcaje figura sin duda entre los motivos por los que el PNV volvió a manifestarse el sábado junto a la IA en Bilbao. El temor a que la Ertzaintza tuviera que emplearse a fondo contra la marcha radical prohibida por el juez y que ello fuera luego usado en su contra por Sortu.

Pero una cosa es el marcaje y otra la supeditación. No se puede hacer lo contrario de lo que se dice sólo porque el otro mueva ficha (como con el Día del Estatuto). No se puede seguir marchando codo con codo con Sortu por la calle cuando las bases abertzales han roto el acuerdo de llevar a cabo una manifestación en silencio. Ortuzar y los suyos bien pudieron el sábado dejar la pancarta tan pronto comprobaron que la izquierda abertzale carece de palabra o es incapaz de controlar a los suyos. Que les había vuelto a tomar el pelo.

Marcaje no es supeditación, ni seguidismo. El PNV, que a veces permite que se confundan los términos, sabrá por qué lo hace.