Conocer las conclusiones de los expertos del CNI y de la Policía (éstos sí que saben, y no los mediadores de parte) y empezar la recolocación hacia la prudencia ha sido todo uno. Hasta Urkullu proclama ahora que ETA no pretende abandonar, mucho menos sin cobrarse un precio político, sumándose a los descreídos. Bienvenido al club.
Ha tenido que ser el CNI quien, junto a los informes policiales, ha devuelto a nuestros políticos más optimistas a la dura realidad del «estado de la situación» en ETA. No tiene intención de abandonar . Quienes siguen en suelo francés están tratando de reorganizarse. Que es lo que suelen hacer los activistas de la banda cada vez que se ven asfixiados, sin margen de movimiento cuando la presión policial y judicial aprieta y terminan por marcarse un tiempo sabático de treguas anunciadas o tácitas para tomarse un respiro. Nada más conocerse las conclusiones del Centro de Inteligencia, la recolocación política hacia la prudencia ha sufrido un movimiento casi tsunámico. Ignorante el último.
El caso es que las verdades del CNI no han sorprendido a quienes se mantenían en el descreimiento, entre los que se encuentran algunos ilustres miembros del Gobierno de España por cierto, la oposición, los colectivos de víctimas del terrorismo y buena parte de la opinión pública. Pero al presidente Zapatero, de tantos portavoces como había enviado al escaparate en las últimas semanas, le pilló con el paso algo cambiado. Menos mal que ayer la agenda le fue propicia. Porque tuvo la oportunidad de explayarse en el Senado para explicar que cuando dijo digo, quería decir diego.
Y es que, de tantos vicepresidentes y ministros hablando sobre ETA, los mensajes se le habían ido de las manos. La primera piedra en el agua, conviene recordarlo, la había lanzado el propio presidente al decir que los movimientos del entorno de Batasuna no iban a quedar en balde. Y se armó tal lío que, pasados los días, tuvo que llegar Rubalcaba y mandar parar. Con expresiones como «!está todo el mundo pirado!», que lanzaba en sus conversaciones privadas, el vicepresidente y ministro de interior reflejaba su preocupación porque se estuviera dimensionando una historia que, en realidad, había salido del propio Gobierno pero que no habían podido controlar. Convenía frenar, pues, para evitar decepciones y, lo que sería peor, una bajada de guardia.
Pero como los mismos mensajes gozan de mayor o menor credibilidad según quienes lo pongan en circulación, el jarro de agua fría ha llegado de la mano del CNI y de la Policía. Conocerse las conclusiones de los expertos (que éstos sí que saben y no los mediadores de parte) y empezar la recolocación hacia la prudencia ha sido todo uno. El presidente del PNV, Iñigo Urkullu, el mismo que hace días declaró a EL CORREO que «Zapatero sabe que tiene una oportunidad para la paz si Batasuna da los pasos que debe», debe ver ahora más diluida esa oportunidad. Ahora proclama que ETA no tiene intención de abandonar ,y mucho menos sin cobrarse un precio político, y se pone a la cabeza de la manifestación de los descreídos. Bienvenido al club, que, en cuestión de horas, se ha llenado hasta la bandera, con perdón.
El propio presidente Zapatero midió ayer con cuidado sus palabras. En primer lugar porque estaba respondiendo a las preguntas de la hija de Tomás Caballero, asesinado por ETA en el fatídico año 98. Mar Caballero no era «una senadora» más, como la llamaban ayer en los informativos de las televisiones. Mar Caballero es hija de una víctima del terrorismo que ayer quiso oír mensajes claros del presidente. Porque le trasladó, desde UPN, su preocupación de que nos encontremos ante una situación tramposa más de ETA.
El presidente dijo que él no tenía prisa. Resultaba tranquilizador. Que no debemos abrir debates entre los demócratas. Sonó desconcertante porque había sido él quien había provocado las primeras reacciones cuando se refirió a los movimientos de Batasuna. Y que la izquierda abertzale debe rechazar, o romper, o que ETA desaparezca. Contundente. Ayer fue el día del «no» democrático. Veremos cuánto dura la coherencia.
Tonia Etxarri, EL DIARIO VASCO, 3/11/2010