ABC-LUIS VENTOSO
Su metamorfosis en Cataluña lo acerca a las posturas de su predecesor
En aquellos días Torra no engañaba a nadie. Era el mismo chalado antiespañol que ahora. Mantenía desde la Generalitat un inadmisible veto al Rey en Cataluña, exigía la autodeterminación como «requisito para cualquier solución», abogaba por la «movilización» contra la Justicia y se presentaba en La Moncloa luciendo en su solapa el lazo amarillo, símbolo del apoyo a los golpistas y su insurrección. Pero al Sánchez de 2018 todo eso le resbalaba, no en vano acababa de okupar el poder merced a una vidriosa alianza con los separatistas. Así que se deshizo en zalamerías con Torra en la escalinata monclovita. Incluso llevó al enemigo declarado de España a darse un paseíllo turístico por los jardines de palacio, con parada romántica ante la fuente de los amores de Machado. Carmen Calvo, que jamás falla cuando toca equivocarse, valoró la reunión fustigando al intransigente marianismo: «A otros les han hecho dos referendos y nosotros en un mes ya hemos tenido una reunión», se jactó festejando el triunfo del diálogo.
Catorce meses después, Sánchez, político de faz de mármol de Porriño, ha virado y ya está en las mismas tesis del viejo Mariano: «Los independentistas llevan mucho tiempo equivocándose. Han cometido errores gigantescos y garrafales. Les reclamo que no jueguen con fuego», advertía ayer con ceño irritado. Apremiado por las elecciones, pues los sondeos serios no acaban de concederle el festín de votos de Chef Tezanos, ha pasado del pasteleo con el independentismo a las amenazas frontales a Torra. Todo es un gran teatro electoral, pues en realidad lo coherente sería promover ya el 155 (¿cómo se puede consentir que siga todavía ahí un mandatario autonómico que según un auto judicial promovió el asalto al Parlamento regional?). Sánchez irá basculando según sus necesidades electorales. La palabra España ya destaca en su lema electoral. Aplicará el 155 simplemente si su calculadora le indica que le puede venir bien.
Pedro se va marianizando para pescar votos. Normal, no en vano el superprogresista lleva catorce meses con Montoro como ministro de Economía, pues suyos son los Presupuestos vigentes. Humo, propaganda y huesos de Franco. Una mascarada estéril, que se prorrogará si el público liberal-conservador no opta por concentrar de una vez su voto.