Tonia Etxarri-El Correo
Sin remedio. El Congreso, partido por dos, vivió ayer otra sesión de control bronca y sin posibilidad de arreglo. Esta legislatura presenta síntomas de una enfermedad preocupante. La del odio larvado entre quienes buscan bandos. Quienes confunden la crítica con la falta de lealtad. Y quienes, como Iglesias, necesitan alimentar el enfrentamiento para fantasear con un proyecto de golpe que él ve en la derecha parlamentaria. «¿Está usted llamando a la insubordinación de la Guardia Civil?», le inquiría a un sorprendido Teodoro García Egea (PP). En plena pandemia aún y con el primer día de luto nacional en el que se dio una coincidencia horaria en el minuto de silencio. Nada más. Porque la bronca política escalaba peldaños en el hemiciclo.
La extrema izquierda y los nacionalistas escenificando su preocupación por el centro derecha. Que es un bloque que el PSOE alienta para reafirmarse. Pero ni su pacto con Bildu ni la purga del ministro Marlaska, cesando al coronel Perez de los Cobos les quita el sueño. Es más, algunos aplauden la destitución fulminante.
Ni siquiera Ciudadanos, que apoyó a Sánchez en la quinta prórroga, pudo sustraerse a las críticas de los desmanes del Gobierno. Y pidió, como el PP y Vox, la dimisión de Marlaska. Tan buen juez, tan mal ministro. Que no contestó. Y encajó como pudo las duras acusaciones de la diputada Jimenez Becerril, víctima de ETA. Pero es la marca del Gobierno. Tampoco Sánchez responde. Ni a diputados ni a periodistas. Le conviene, para su cálculos electoral, que el centro derecha se indigne con las injerencias en el Poder Judicial.
Empuja al PP al córner de Vox para mimetizarlo. Agradece a ERC su abstención mientras que a Casado, que no solo se abstuvo una vez sino que le votó afirmativamente tres veces, le repite que el PP no ha estado junto al Gobierno.
Demonizar a la derecha moviliza a los progresistas. Tan comprensivos con el pacto con Bildu, que sigue sin condenar no sólo los crímenes de ETA sino los brotes de intimidación actuales. El Gobierno prefiere distraernos viéndolo todo de color de Vox.
Sánchez ha contentado al PNV porque gestionará el ingreso mínimo. Pero juega con fuego. Sigue engordando el círculo de sectores enojados. Faltaban los jueces y la Guardia Civil. Iglesias se frota las manos. Si Cayetana Álvarez de Toledo relaciona al FRAP (partido en el que militó su padre) con el terrorismo, ya tiene munición. Va ganando espacio en el Gobierno.
A Pedro y Pablo les gusta la serie ‘Baron Noir’. El ‘thriller’ retrata la venganza de un político francés de izquierdas, sin reparos y sin prejuicios que manipula a su partido y a la opinión pública con tal de mantenerse en el poder. Se habrán sentido identificados.