IÑAKI EZKERRA-EL CORREO

  • Se echa de menos en la crisis de la valla de Melilla a las oenegés del caso del Tarajal

Se ha hablado estos días del cerco que los socios de Gobierno de Sánchez han tendido a Marlaska por la tragedia del 24-J en la valla de Melilla. Ciertamente, se han pronunciado contra él Unidas Podemos, IU, ERC, EH Bildu y el PNV, pero uno tiene la impresión de que se trata de un ‘cerco light’, más dirigido a quedar bien con la clientela electoral y el voto inmigrante que a poner al ministro en verdaderos apuros.

Se echa de menos, en esta supuesta crisis, la orquesta de las oenegés que acompañó a los partidos políticos tras el episodio de 2014 en la playa ceutí del Tarajal por el que se estableció un verdadero cerco a Fernández Díaz y llegaron a ser encausados, aunque luego absueltos, 16 guardias civiles. Uno, sí, echa de menos que en toda esta supuesta crisis nadie haya sacado a pasear las palabras racismo, xenofobia o delito de odio que están permanentemente en el candelero cuando se habla de Vox y la derecha en general.

Sin ir más lejos, Irene Montero ha montado auténticas campañas para tachar de racista a la Policía española, e Isabel Rodríguez, la portavoz del Gobierno, acusaba hace unos días a Feijóo de hacer un llamamiento al odio por decir que Sánchez quiere cambiar el régimen democrático. No hay miedo, sin embargo, de que esas palabras afloren en el presunto cerco a Marlaska. Las mismas oenegés que cifran en 70 los muertos en la valla omiten cualquier acusación de ese tipo, que no se ahorraron con las 15 víctimas mortales del Tarajal.

Se da este fenómeno en un momento en que el populismo ha puesto en circulación el concepto de ‘racialización’ para denunciar un supuesto «racismo institucional» del que estaría gravemente aquejada nuestra democracia; para interpretar en esa clave todo incidente que un inmigrante tiene con los agentes del orden y para infundir en éste una «conciencia de raza» similar a «la conciencia de clase» que infundió el marxismo en el proletariado del siglo XIX.

En eso consiste la aportación de la izquierda populista al tema de la inmigración: en trasladar a éste el esquema conflictivo de la lucha de clases, y en hacer identitarismo con el origen étnico. Pero si ese resentimiento de clase ha sido descartado por la izquierda de hoy, porque condenaba al obrero a seguir siéndolo siempre en una sociedad permeable que brinda oportunidades de ascenso social, la racialización condena del mismo modo al inmigrante a seguir siéndolo siempre y a no beneficiarse de las oportunidades de integración que le ofrece la España de hoy.

Lo curioso es que en la tragedia que ha producido y negado Marlaska no hay muertos ‘racializados’. Eso solo pasa cuando alguien de Vox suelta un improperio o cuando los ‘munipas’ detienen a un mantero.