JUANJO SÁNCHEZ ARRESEIGOR-EL CORREO

  • Mohamed VI evita condenar en la ONU la invasión rusa porque percibe el paralelismo con su ocupación del Sahara Occidental

La Asamblea General de la ONU votó el día 2 una resolución contra la invasión rusa de Ucrania. La iniciativa fue aprobada por una abrumadora mayoría de 141 votos. Únicamente cinco países se pronunciaron en contra: el agresor, Rusia, y sus más incondicionales cómplices: Siria, Corea del Norte, Bielorrusia y Eritrea. Sin embargo, hay que reseñar que otros 35 países se abstuvieron o se ausentaron de la votación, y uno de los ausentes fue Marruecos.

Varias de las abstenciones y ausencias son fáciles de explicar. Cuba, por ejemplo, está próxima a Rusia, pero no quiere sentar el precedente de que los poderosos puedan invadir a voluntad a sus vecinos, porque entonces en Washington podrían tomar nota mirando hacia La Habana. Otros países tradicionalmente amigados con la Rusia de Putin, como Argelia, Irán, Venezuela o Vietnam, no quieren reventar esos lazos, pero tampoco tragar el sapo de una invasión brutal, así que se abstienen. Otros países no son en absoluto amigos de Putin, pero no se atreven a plantar cara, como Armenia tras la reciente guerra con Azerbaiyán, o Kirguistán, Mongolia, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán.

Hay países que se han abstenido para reafirmar su independencia con respecto a EE UU, como Irak, o su neutralidad y autonomía en los conflictos mundiales, como India. Las razones de China para abstenerse son bastante claras, similares a las de Irán o Venezuela, pero a la vez maquiavélicas, porque el objetivo a largo plazo de Pekín es desestabilizar a Rusia para, llegado el día, poder expandirse a su costa por Siberia y Asia central. Otros casos resultan enigmáticos. Los déspotas que gobiernan Kazajistán o Azerbaiyán están en deuda con Putin. Azerbaiyán, por la neutralidad favorable mostrada por Rusia en su reciente conflicto con Armenia; y Kazajistán, por la ayuda recibida de Moscú durante su reciente conflicto interno. Por lo tanto, ambos deberían haber votado a favor de Rusia. ¿No hay honor entre ladrones, ni entre tiranos?

La abstención de Marruecos constituye un caso especial porque se trata de un país tradicionalmente prooccidental, que, además, en fechas recientes ha recibido destacados favores del Gobierno de Washington. Trump reconoció la anexión marroquí del Sahara Occidental y Biden, cuya mente parece a veces estar tan en blanco como sus cabellos, no lo ha revocado pese a las indignadas protestas de casi todos los países africanos. De hecho, de las 35 abstenciones o ausencias, nada menos que 22 corresponden a Estados de África, sin contar a Marruecos. ¿Donde las dan, las toman?

Es evidente que el rey de Marruecos, Mohamed VI, percibe claramente el paralelismo obvio entre Ucrania y el Sahara Occidental: en ambos casos tenemos a un país expansionista pisoteando militarmente a un vecino más débil, justificando la agresión con retorcidas falacias historicistas. Y esta comparación pesa más que cualquier favor que se haya recibido, porque desautorizar la invasión rusa de Ucrania implica necesariamente desautorizar la invasión marroquí del Sahara Occidental. Sin embargo, para Rabat no es viable ni razonable ir directamente contra Washington. De ahí la abstención marroquí.

Queda por ver si Mohamed VI podría aguardar su oportunidad de sacar partido del conflicto ucraniano. En ciertos ambientes se fantasea demasiado sobre el poderío militar marroquí. No se tiene en cuenta la baja calidad combativa del ejército y se analiza el tema de forma tecnófila, barajando cifras de tanques, aviones o nuevas adquisiciones proyectadas. Ahora se podría fantasear también con la posibilidad de que España enviase lejos a parte de sus fuerzas, dejando debilitadas las defensas de nuestro propio territorio, tentando a Marruecos a una acción oportunista, carroñera, o por lo menos insinuando la amenaza como forma de presión.

Por el perfil observado de su personalidad, Mohamed VI podría intentar una jugada así y creerse que es muy astuto, pero no le saldría bien. Para empezar, aunque España enviase varias decenas de miles de soldados a los países bálticos, Finlandia, Rumanía o cualquier otro lugar, la mayor parte de la capacidad militar permanecería en el país, y quedaría más que suficiente para hacer frente a cualquier presión marroquí. Además, Marruecos tendría gran parte de sus fuerzas inmovilizadas mirando de reojo a los saharauis y Argelia. Por otro lado, en el actual contexto geopolítico, Marruecos sufriría una reacción bastante hostil de toda la alianza occidental. Por lo tanto, Mohamed VI ni debería intentarlo. Pero si lo intenta, que nadie ponga cara de sorpresa. El personaje es así.