Nacho Cardero-El Confidencial
- No sabemos a ciencia cierta si Pedro Sánchez ha cerrado definitivamente la crisis con Marruecos, pero sí parece claro que ha abierto otra con Argelia de imprevisibles consecuencias
Mutismo del Gobierno argelino, ‘officials’ y medios de comunicación tanto en sus ediciones de papel como ‘online’. Tan solo un comunicado del Senado este domingo noche y un artículo en el ‘Tout sur l’Algérie’ (TSA), un digital cercano al Estado pero con cierta autonomía, acusando a Albares de mentir cuando, en sus declaraciones a la prensa, el español daba a entender que las autoridades de aquel país habían sido informadas previamente de las decisiones de Moncloa en torno a Marruecos. “Una mentira disfrazada de ambigüedad calculada para calmar las legítimas inquietudes planteadas por la clase política española con motivo de este penoso viraje diplomático”, decía.
No sabemos a ciencia cierta si Pedro Sánchez ha cerrado definitivamente la crisis con Marruecos, pero sí parece claro que ha abierto otra con Argelia de imprevisibles consecuencias, sobre todo teniendo en cuenta que es uno de nuestros principales proveedores energéticos. Argel ha llamado a consultas al embajador. También hay miedo a que rompa algunos de los contratos gasistas que mantiene con España. Los expertos lo consideran bastante improbable, pues “Sonatrach siempre ha cumplido”, dicen, aunque otra cosa es si, a partir de ahora, entre España y otros países que también solicitan gas al país africano, como hizo recientemente el ministro de Exteriores italiano, Luigi di Maio, las preferencias del presidente Tebboune son otras. “Este giro se ha producido en el peor momento, justo cuando nuestro país estaba pidiendo más gas a Argelia. No acabamos de entender por qué lo han hecho público justo ahora”, explican estos expertos.
La carta enviada por Sánchez a Mohamed VI supone dar un puntapié a la legalidad internacional, a la ONU y al pueblo saharaui
Si alguien llegó a pensar en algún momento que, en el contexto de la guerra en Ucrania, España podría convertirse en el ‘hub’ gasístico de referencia de Europa, que se vaya haciendo a la idea de que no va a ser así. Las posibilidades resultaban remotas, pero acaban de quedar reducidas prácticamente a cero. Argel ya enseñó una primera patita del desencanto cuando Teresa Ribera anunció un proyecto para garantizar el abastecimiento de Marruecos mediante la regasificación en España de GNL, que luego enviaría al reino alauí a través del gasoducto de Argelia, un proyecto de Transición Ecológica que, dicho sea de paso, no era bien visto por Exteriores por el seísmo político que podía provocar. El posicionamiento de Albares en este último punto de ‘no molestar’ a los argelinos alimenta la especie de que la carta a Mohamed VI es más cosa de Sánchez que del propio Albares y obedece más a intereses de política exterior de terceros países, véase EEUU, que del nuestro.
Nos preguntábamos recientemente a raíz de la invasión de Ucrania por parte de Rusia qué estaría España dispuesta a sacrificar en defensa de la libertad frente a los regímenes autoritarios. Pues bien, ya tenemos la respuesta: nada. La carta enviada por Pedro Sánchez al rey Mohamed VI, en la que España cede ante Marruecos al considerar la propuesta de autonomía para el Sáhara Occidental como «la base más seria, creíble y realista para la resolución de esta disputa», supone dar un puntapié a la legalidad internacional, a Naciones Unidas y al pueblo saharaui, enarbolando argumentos similares a los empleados por Putin, a cambio de tener el patio trasero de casa tranquilo, lo que tampoco está garantizado cien por cien.
El respaldo del Gobierno español a la propuesta de #Marruecos sobre el Sáhara Occidental, además de desconcertante, es contraria a los intereses de #España por varias razones. Abro hilo https://t.co/bCVvVpKc5x
— Javier Jordán (@JavierJordanE) March 19, 2022
El intento de vendernos semejante trágala como uno de los mayores logros de nuestro servicio diplomático —así nos insisten desde los púlpitos gubernamentales— no deja de ser un insulto a la inteligencia. En diplomacia, y más en un tema tan sensible como el Sáhara, las formas cuentan tanto como el fondo, y aquí las formas han resultado, como mínimo, grotescas.
El hecho de que se hiciera público un viernes por la tarde, vísperas de fin de semana y con la tensión informativa volcada en la invasión ucraniana, y se dejara a Marruecos que fuera él quien contara a los españoles y al resto de partidos el acontecimiento más relevante para nuestro país en política exterior desde la entrada en Europa, pone negro sobre blanco que las negociaciones distan mucho de haberse ejecutado correctamente.
Es evidente que, como dice Miguel Ángel Moratinos, alto representante de Naciones Unidas para la Alianza de Civilizaciones, España debe llevarse bien, sí o sí, con Marruecos. Más que con cualquier otro país. Por su situación geográfica, por los flujos migratorios, por su papel en la lucha contra el terrorismo y por el vector económico y energético. También parece meridianamente claro que tanto el exministro de Zapatero como el propio Zapatero han sido personas clave en este acercamiento a Rabat, en tanto en cuanto continuación de la política exterior con Marruecos iniciada durante su mandato y ahora llevada a término por Pedro Sánchez.
¿Puede ser que España recomponga gracias este intercambio epistolar su relación con el país vecino? Puede ser. Ahora bien, ¿a qué precio? El coste resulta demasiado alto. Lo es por una cuestión de responsabilidad histórico-moral, también por una cuestión humanitaria, como reclaman en Unidas Podemos, y, sobre todo, por una cuestión de interés estratégico para España. El Sáhara absorbía toda la atención diplomática y de seguridad marroquí. En el momento en que esta cuestión se soluciona, Ceuta, Melilla y Canarias pasan a la primera línea.
El Gobierno de España no llega tan lejos como hizo Trump y tampoco habla de autonomía ‘stricto sensu’, sino del planteamiento de autonomía del Sáhara como base para llegar a una solución posterior al conflicto, pero en diplomacia los gestos se interpretan como se interpretan y aquí la mayoría ha visto una cesión de Sánchez a Mohamed VI sin contrapartidas aparentes. Todo ello después de una larga temporada de Marruecos ganándose nuestra mejor disposición [modo irónico] con la avalancha migratoria, el ninguneo a Ceuta y Melilla, apoyo al independentismo en Cataluña y compras de material ofensivo y defensivo de última generación a Israel, amén de pedir la cabeza de Arancha González Laya por acoger en nuestro país a Brahim Ghali.
A la ministra, que erró no tanto por dar tratamiento hospitalario al líder del Polisario atendiendo a razones humanitarias como por no avisar ni explicarse antes, le enseñaron la puerta de la calle en la crisis de gobierno del verano pasado. Y es que Pedro Sánchez está empleando con Marruecos la misma política que Franklin Delano Roosevelt con el dictador nicaragüense Tacho Somoza: «Sí, es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta».