EL CORREO 05/05/2013
· Moviliza sus lobbies en Roma para influir en el relevo de Sistach, que podría coincidir con la consulta.
· La Generalitat mueve sus hilos ante el Vaticano para conseguir un arzobispo que no obstaculice y proporcione cobertura a su apuesta soberanista.
Artur Mas busca un báculo episcopal en el que apoyarse para transitar por el camino hacia el soberanismo, no tanto para que lo bendigan de manera explícita, que no lo van a hacer, sino para lograr una cobertura ambiental a favor del derecho a decidir y en defensa de la identidad de Cataluña. La consulta sobre la autodeterminación coincidirá, probablemente, con el relevo del cardenal Lluis Martínez Sistach como arzobispo de Barcelona y jefe de la Iglesia catalana, un cargo clave en el endiablado tablero político que se ha abierto en esa comunidad. El presidente de la Generalitat necesita el apoyo del mayor número de agentes sociales, de todos los ámbitos, y el eclesial resulta estratégico.
Por eso ha intensificado el movimiento de sus peones y ha desplegado toda su diplomacia. El Govern mantiene contactos discretos con responsables de órdenes religiosas en Roma, como los jesuitas, y con los catalanes representados en los dicasterios y congregaciones de la Curia, que son numerosos y están muy bien posicionados. El objetivo es trasladar las preferencias de la Generalitat a la cúpula vaticana para tratar de influir en la Santa Sede a la hora de elegir al sustituto de Sistach.
El cardenal presentó hace un año su renuncia el mismo día en que cumplió 75 años, tal y como establece el Derecho Canónico. Algunas fuentes creen que el Vaticano podría materializar su relevo haciéndolo coincidir con el del cardenal Rouco Varela, arzobispo de Madrid, que dejará su cargo como presidente de la Conferencia Episcopal Española en la Plenaria de marzo de 2014. Sistach habría adjuntado a su carta de renuncia una terna con nombres de candidatos para sustituirle.
Mas envió a Roma a la vicepresidenta de la Generalitat, la democristiana Joana Ortega –entre sus competencias se incluyen los asuntos religiosos del Govern–, que ya asistió a la misa inaugural del pontificado de Francisco. El Ejecutivo catalán sabe desenvolverse en Roma, donde siempre ha puenteado a la Embajada española ante la Santa Sede, para llegar hasta las altas instancias vaticanas, a las que ya hizo llegar su intención de mantener relaciones bilaterales de manera directa. Entre sus amigos se encuentra Tarcisio Bertone, ‘número dos’ del Vaticano, pero el futuro del secretario de Estado está en el aire tras la llegada de Francisco.
Ortega, como enviada de Mas, ya mueve sus hilos y toca las teclas adecuadas para conseguir que el sustituto de Sistach responda a un perfil catalanista al que no le incomoden las tesis soberanistas. El arzobispo de Barcelona se mueve en ese ambiente. Galardonado recientemente con la Medalla de Oro de la Generalitat, Martínez Sistach está muy bien valorado en Cataluña y en Roma, donde ha ganado peso en los últimos años. En el ‘interior’ cuenta con un apoyo muy sólido, el del biblista Armand Puig, decano progresista de la Facultad de Teología, a quien el cardenal siempre ha querido promocionar.
Sistach nunca ha ocultado su apoyo a la identidad milenaria de Cataluña como nación, cimentada, también, sobre unas raíces cristianas. Lo reiteró el pasado 23 de abril, en la misa oficiada con motivo de Sant Jordi, a la que asistieron representantes de todos los partidos excepto de ERC, ICV-EUiA y CUP. Y por supuesto, Artur Mas –al que Sistach templa con su sensatez–, todos los consellers del Govern, la presidenta del Parlament, el alcalde de Barcelona y la delegada del Gobierno en Cataluña. Además de Alicia Sánchez Camacho, líder del PPC; José Montilla, expresidente de la Generalitat por el PSC; Albert Rivera, de Ciutadans; o el ex secretario general de CDC Oriol Pujol, y el expresidente Jordi Pujol. Hubo pleno y con un arcoiris muy variopinto.
La lectura del Evangelio se centró en el Apocalipsis según san Juan –¿una metáfora?–, pero la homilia de Sistach fue muy comedida, muy a su estilo. No faltó una larga referencia a la grave situación económica –marca de la Iglesia catalana, menos politizada de lo que muchos creen y más civilizada de los que pocos admiten– e, incluso, hubo una defensa del papel de los políticos, valiente en los tiempos que corren. Pero el cardenal también remarcó que Cataluña es un pueblo con mil años de historia, «que tiene voluntad de mantener sus esencias como nación, con una identidad abierta y acogedora». Ese mensaje, que no es nuevo –los obispos catalanes lo han reconocido en tres documentos–, vale su peso en oro en unos tiempos convulsos marcados por el pulso entre Cataluña y Madrid.
Las quinielas
Sistach no está solo en este discurso. Su obispo auxiliar, Taltavull, ya defendió en su día la consulta de autodeterminación. Desde Monserrat, símbolo de la identidad catalana, su abad, Josep María Soler, avaló la pasada semana que Cataluña celebre la consulta porque «tiene derecho a todo lo que le corresponde a una nación y, por lo tanto, a decidir su futuro». El monje benedictino ya ha advertido que la abadía no tomará partido por ninguna opción, pero ha pedido que el marco en el que se celebre la consulta –«y es bueno hacerla», ha remarcado– sea «lo más legal posible, porque así el resultado será aceptado internacionalmente», alque que considera «fundamental».
Soler (Girona, 1946) es el candidato preferido por el sector más nacionalista de la Iglesia catalana para sustituir a Sistach. Los más conservadores abogan por el obispo de Tarrasa, el conquense José Antonio Saiz Meneses, de 56 años, un nombre que ya sonó para suceder al cardenal Carles. Otro candidato de este ámbito es Jaume Pujol (Lleida, 1944), cercano al Opus Dei. En medio, sobresalen nombres como el de Joan Enric Vices (Barcelona, 1949), obispo de Urgell, al que se considera de talante abierto y más en sintonía con la realidad catalana. Comparte preferencias con Sebastiá Taltavull (Menorca, 1948), actual obispo auxiliar de Barcelona.
Pero las quinielas rebasan las fronteras de Cataluña. En algunos círculos se habla también del cardenal Antonio Cañizares, miembro del Gobierno vaticano, y con ganas de volver, pero a Madrid. Cañizares, valenciano, ha hecho piña con Sistach en distintos asuntos –es muy pragmático– para significarse con un perfil más dialogante que Rouco, pero en su día tuvo roces con la Iglesia catalana por el documento de la Conferencia Episcopal sobre la unidad de España y los nacionalismos.
Y hay quien apuesta por Luis Francisco Ladaria. El jesuita mallorquín, de 69 años, es el actual ‘número dos’ de la poderosa Congregación para la Doctrina de la Fe –el exSanto Oficio–, pero en los borgos de Roma se cuchichea sobre las malas relaciones del arzobispo con el prefecto, Gerhard Ludwig Müller, gran amigo de Benedicto XVI y en espera de lo que decida el nuevo Papa. Hace unos días estuvo en Madrid –para presentar un libro sobre el Papa– y rechazó las numerosas entrevistas que le solicitaron. Reputados vaticanistas le han situado en ambas diócesis. En cualquier caso, el nombramiento de Barcelona parece mucho más complicado que el de Madrid. Roma tendrá que hilar fino.
EL CORREO 05/05/2013