Santiago González, EL MUNDO, 15/10/12
Es un lugar común en toda España la idea deque los nacionalistas vascos son más abruptos que los catalanes, tal vez por la condición aizkolari de aquéllos o los balsámicos aires mediterráneos que respiran éstos, yo que sé. En el verano de 2000, mientras ETA mataba bastante, el entonces gran timonel del PNV, Xabier Arzalluz, hizo un apunte de sociología comparativa en declaraciones al semanario austriaco Profil: «Los vascos somos mucho más directos [que los catalanes]. Uno no se imagina a un catalán con un arma en la mano. A un vasco sí. Esto no es bueno, pero es así. Es una cuestión de carácter». Su fuerte no era la historia de los años 20 en Cataluña, ni siquiera la de los 30. Ortega y Gasset acertó en el 32 al señalar que el problema catalán no tenía solución: «Todo lo que podemos hacer […] es conllevarlo». Ochenta años y seguimos igual. Contra el lugar común vienen a opinar los ciudadanos en las encuestas, ese amable escarceo preelectoral en el que los ciudadanos expresan algo vagamente parecido a lo que harían en las urnas. Y resulta que la encuesta en el PaísVasco (1.050 entrevistas entre el 8 y el 10 de octubre) proporciona unos resultados menos independentistas que la realizada en Cataluña entre el 26 y el 28 de septiembre, con 1.225 llamadas. Puestos a elegir independencia sí o no, los catalanes aventajan a los vascos en 13,5 puntos de fervor, mientras el no de éstos a la independencia es de 7,2 puntos mayor. Si comparamos los resultados de la encuesta vasca con los obtenidos mes y medio antes (entre los días 22 y 24 de agosto), los ardores independentistas disminuyen 2,1 puntos, mientras aumentan en 3,6 los que prefieren mantener el mismo grado de autonomía y entres quienes quisieran mayor autogobierno. Disminuyen en 3,3 puntos los partidarios de no sabe/no contesta. Según el viejo chiste, los ardores independentistas disminuyenmucho cuando requiere el esfuerzo de pulsar el botón durante 10 minutos. A los vascos no les ha entusiasmado lo que han acertado a ver del proyecto catalán quizá porque, tal como opina el diputado Erkoreka, «nosotros ya habíamos experimentado todo eso en el plan Ibarretxe». Artur Mas debería replantearse el asunto. El único dirigente vasco que está con su aventura equinoccial es Arnaldo Otegi. Por otra parte, la opinión catalana parece de extrema volatilidad. En octubre de2005, los ciudadanos interesados en sustituir el Estatuto de Sau no llegaban al 6% en las encuestas. El 18 de juniode 2006, el referéndum no consiguió llevar a las urnas a uno de cada dos catalanes. Abstención, 50,59%. Votos afirmativos, el 36,1% del censo. La manifestación convocada por Montilla en contra del TC ya era una muestra de unanimidad en julio de 2010: 1.100.000, según la Guardia Urbana. Eran tantos que a la vanguardia más consciente le sobraba el convocante y Pep Montilla, vendimiador de primera hora, fue expulsado de la misma. En la citada entrevista de Profil, Arzalluz lanzaba una observación más razonable:«Sólo una persona inteligente puede ser radical, porque un radical estúpido es un peligro público». Pero no hay manera de saber a quién se refería. En Cataluña entonces mandaba Pujol, tan poco radical en sus hechos que gobernó 23 años sin pedir siquiera cambio de Estatut.
Santiago González, EL MUNDO, 15/10/12