Teodoro León Gross, EL CORREO 07/110/12
La campaña catalana se ha diseñado con la alegría de los géneros de ficción. Cada capítulo parece una vuelta de tuerca aún más fantástica. Como esa irrupción de Mas en Moscú con un séquito de maharajá, llenando la Plaza Roja con sus ochenta corifeos como hacía Gadafi con sus ochenta amazonas vírgenes. Alojado en la suite del lujoso Radisson Royal transmitía desde allí que ya están en el mapa del mundo. No hay que dar demasiada importancia al pequeño detalle de que ningún ministro ruso haya querido recibir al ‘molt honorable’. Él no estaba allí para hacer política, sino para hacer literatura.
Toda la campaña de Mas es un ejercicio de ficción apurando la lógica de la mitología nacionalista. Quizá el capítulo que mejor sintetiza la clave de la campaña es el nacimiento del hijo de Messi, flor de la raza culé. El acontecimiento fue fechado exactamente a las 17:14. La cosa se elevaba así al plano de los prodigios. Un diario, olvidado el engorroso trámite de los hechos que caracterizaba el viejo periodismo, recogía la señal sobrenatural. Sin duda el nonato había escuchado el clamor del Camp Nou, cuando en el 17:14 gritaba «in-de-pen-den-cia» como quien grita gol; y de ese modo el hijo de Messi y señora, dos buenos chicos argentinos de Rosario, asumió su condición de profeta corporeizándose con un homenaje a la Guerra de Secesión. Así están las cosas.
Probablemente Mas, cuando mira al Cap de Creus, sospecha que llegado el caso se abrirán las aguas para que él lleve al pueblo prometido hasta la UE sorteando adversidades: «Nadie podrá parar esto». A estas alturas es obvio que no existe la menor posibilidad de devolver la campaña a la racionalidad. Mas ya ha descartado que los tribunales interfieran en su destino; también ha negado la Constitución; por supuesto ha despreciado el Tratado de la Unión ante sus planes, dando por hecho que ni tratado ni ‘hòsties’; e incluso las normas de la OTAN, proclamándose país miembro sin ejército pero con mossos, masas y messis. Sin duda está dispuesto a impedir que la realidad le estropee su campaña. Y es lógico.
La realidad es el único sitio donde es posible comerse un filete, como decía Woody Allen, pero es el peor lugar cuando se trata de fabular. Y Mas buscaba una campaña mítica –tres siglos de expolio, desde 1714– evitando que los seiscientos cincuenta mil parados pensaran en filetes, en la deuda autonómica, el déficit milmillonario de las pensiones catalanas, los subsidios que ya no se pagan allí, y en definitiva Cataluña al nivel de ‘bono basura’. La campaña es un éxito; pero ya se verá qué pasa cuando alguien empiece a pensar en filetes.
Teodoro León Gross, EL CORREO 07/110/12