EL MUNDO – 03/08/15
· Los independentistas no aclaran si aspiran a la mayoría de votos o les basta con los escaños.
Artur Mas, que ha presumido de «astucia» en varios momentos cruciales de su trayectoria como presidente de la Generalitat, está jugando también al gato y al ratón hasta el último minuto con la convocatoria del 27-S. La Generalitat decidió que hasta hoy, el día que debe por ley firmar el decreto para emplazar a los catalanes a las urnas, no dará detalles del acto, que se prevé cargado de simbolismo, como corresponde a unas elecciones a las que los independentistas quieren dar un cariz plebiscitario.
Es poco probable, sin embargo, que el texto del decreto de convocatoria haga alguna referencia a esa voluntad. Mas sabe que, tras la pseudoconsulta del 9-N, el Gobierno le vigila de cerca; ya adelantó la semana pasada que el decreto será «normal» y «jurídicamente inatacable». Formalmente, serán unos comicios autonómicos al uso.
Pero la hora y el formato de la firma del decreto no son los únicos interrogantes que quedan por desvelar en relación con estas elecciones catalanas, calificadas desde todos los partidos como las más importantes hasta la fecha. Por ejemplo: CDC y ERC, encuadrados en la coalición Junts pel Sí –en la otra gran amalgama de partidos, Catalunya Sí que es Pot, confluyen Podemos, ICV y otros partidos pequeños–, se han cuidado de explicar con qué resultado se darían por facultados para poner en marcha su plan.
Mas y Oriol Junqueras han explicado que pretenden iniciar un «proceso de desconexión» si ganan las elecciones y que, mediante una «ley de transitoriedad jurídica», sustituirían poco a poco el marco legal español para cambiarlo por uno catalán. En unos ocho meses, hacia la primavera de 2016, se proclamaría la independencia. Pero se niegan a especificar si para considerarse ganadores les basta una victoria por mayoría absoluta en escaños –o ni eso, porque en caso de no llegar a los 68 diputados podrían sumar sus votos a los de la CUP, que presenta lista propia– o si, en consecuencia con el carácter plebiscitario que quieren dar a las elecciones, sólo darán el paso con más del 50% de los votos emitidos.
Son dos cosas muy diferentes, porque Cataluña es la única comunidad que no tiene ley electoral propia –los nacionalistas se niegan a hacerla más proporcional, porque la actual prima el voto rural y les beneficia– y es muy probable que se dé el caso de que Junts pel Sí gane pero se quede por debajo de ese 50% de los votos.
El coordinador general de CDC, Josep Rull, se limitó ayer a pedir «una mayoría amplia y sólida» porque, dijo, de ella depende el reconocimiento internacional de un eventual Estado catalán, pero no fue más allá. En cuanto a ERC, fuentes del partido dan a entender que les basta con una mayoría de diputados cuando recuerdan que las elecciones se celebrarán porque el Gobierno español no permite un referéndum puro.
La CUP lo tiene más claro: su principal representante hasta ahora, David Fernàndez, ha hablado de un porcentaje del 55% de los votos para iniciar el proceso.
Las elecciones se celebrarán en un contexto inédito. Por primera vez, Convergència y Unió concurren por separado; además, ninguno de los cabezas de filas en las autonómicas de 2012 repiten como número uno, aunque Mas, cuarto en su lista, será president si gana.
Los demás partidos insisten en que las elecciones no son plebiscitarias, pero saben que se contarán los votos de un bando y los de otro, y que tendrán gran influencia en las inminentes generales.