Mas empuja a Cataluña al conflicto

ABC 04/08/15
EDITORIAL

· El Gobierno central deberá actuar con inmediatez y contundencia, sin reparar en los eslóganes socialistas que hacen equidistante a Rajoy con Mas

LA firma del decreto de disolución del Parlamento catalán para convocar las terceras elecciones autonómicas en cinco años se movió ayer entre el esperpento y el ridículo. Artur Mas decidió apurar hasta el final del último día que le permitía convocar anticipadamente elecciones para el 27-S. El presidente catalán vuelve a consumar otro pretendido hito histórico de su larga serie de fracasos. En plena crisis económica, Cataluña vive entre sobresaltos, forzados por la obsesión separatista de Mas y el frente creado en torno a la lista única encabezada formalmente por Raúl Romeva. Los catalanes no han sido gobernados como exigían las circunstancias históricas y económicas. Han sido dirigidos como peones de un proyecto de ruptura y crispación, que no ha conseguido, ni lo conseguirá, romper con España, pero que ha dividido a la sociedad catalana y hecho trizas la coalición nacionalista dominante, formada por Convergencia y Unió. El balance de Artur Mas como gobernante es desolador; como agitador, mediocre.

Como se esperaba, el decreto de disolución del Parlamento catalán no contiene ninguna declaración extrajurídica que lo haga impugnable por el Gobierno. La deslealtad de la decisión vino expuesta en la intervención de Artur Mas, que insistió en engañar a los catalanes con la idea de que serán unas elecciones plebiscitarias sobre la independencia. Nuevamente, Mas confunde sus ensoñaciones con la realidad, aunque sí consigue complicar la vida de los catalanes, forzarles a votar una ficción y exponerlos a un nuevo tiempo de conflictividad e incertidumbre.

El Gobierno no esperó a que Mas hiciera pública la firma del decreto de disolución del Parlamento y, a través de su vicepresidenta, se limitó a pedir responsabilidad al presidente catalán. La intervención de Soraya Sáenz de Santamaría fue de mero trámite, pues no hubiera sido acertado adelantarse a los acontecimientos, anunciando medidas de respuesta en un sentido u otro. Estas medidas llegarán cuando Artur Mas, que tiene mayoría parlamentaria, pretenda adulterar el resultado de las elecciones del 27-S con una declaración unilateral de independencia y, lo que es peor, intente llevar a la práctica esta declaración. A partir de entonces, el Gobierno central deberá actuar con inmediatez y contundencia, sin reparar en los eslóganes socialistas que hacen equidistante a Rajoy con Mas para buscarse un hueco en el panorama catalán y dar margen a su evanescente reforma federal del Estado. De lo que pase solo será responsable Artur Mas, quien está utilizando hasta el último trueno de aquella caja de Pandora que abrieron los socialistas catalanes en 2003, con un programa electoral que proponía un nuevo Estatuto bajo la premisa de que «Cataluña es una nación».