Mas hunde a Cataluña en la quiebra mientras se refugia en la independencia

EDITORIAL EL MUNDO – 02/11/15

· El supuesto déficit fiscal de Cataluña constituye el principal ardid utilizado por las fuerzas independentistas para abanderar un discurso de agravio que sitúa a España como un Estado depredador que exprime la productividad de su economía a cambio de detraer recursos a sus finanzas. La realidad es que la desastrosa gestión económica de Artur Mas ha abocado a la Generalitat a subsistir gracias a la inyección permanente de liquidez del Estado.

EL MUNDO publica hoy que, pese a haber iniciado el proceso de «desconexión» con España, el Govern exige recibir el 33% del dinero del Fondo de Liquidez Autonómica (FLA) que queda por repartir, lo que supondría insuflar 2.300 millones de euros para «financiar servicios públicos». Esta exigencia por parte de quien aspira a emanciparse política y económicamente del Estado español causa estupor y constata la debilidad financiera del Gobierno catalán. El pasado viernes, el Servicio Catalán de la Salud comunicó al Colegio de Farmacéuticos de Cataluña que ya no dispone de más dinero para pagar medicamentos hasta que no llegue alguna aportación extraordinaria, con lo que incrementará su deuda con las farmacias a más de 330 millones de euros.

El impago a las farmacias se suma al incumplimiento reiterado de los objetivos de déficit público –Cataluña cerrará 2015 con un desfase del 2% del PIB frente al 0,7% fijado por Hacienda– y a la consideración de bono basura de la deuda catalana por parte de las agencias de calificación, después de que sólo en esta legislatura se haya disparado hasta casi 65.000 millones de euros.

De Guindos ha trasladado a estas agencias que la secesión es «imposible». En todo caso, la penuria económica de Cataluña es el resultado de la ruinosa tarea de gobierno de Mas, obsesionado con esconder que Cataluña se financia casi en exclusiva del Estado. Entre 2012 y 2015 ha recibido 49.337 millones de euros a través de los mecanismos de financiación de la Administración central. De hecho, la Generalitat ha convertido el FLA –destinado al vencimiento de deuda y a financiar el déficit– y el Fondo a Proveedores en instrumentos orientados a enmendar sus agujeros. En septiembre, en pleno desafío separatista, Hacienda desembolsó 5.822 millones de euros a Cataluña.

Pese a ello, el independentismo catalán, en su argumentario de cabecera, siempre ha manipulado el déficit fiscal para prometer pensiones más elevadas, menos impuestos y un aumento del gasto social en una Cataluña independiente. Pura ensoñación que los números no avalan. En los siete primeros meses de este ejercicio, Cataluña aportó a la caja de la Seguridad Social 7.200 millones de euros, mientras el coste de las pensiones contributivas ascendió a 11.700 millones. Ello supone un déficit en las arcas estatales de 4.500 millones.

El contraste de estos datos con el dispendio obsceno del Gobierno catalán para engrasar la maquinaria independentista explica la huida hacia adelante de Mas. Porque, al mismo tiempo que el presidente catalán practicaba una severa política de recortes y suplicaba el auxilio del Estado, la Generalitat ha mantenido el derroche en embajadas –esta partida aumentó un 40% en el último año– y ha incrementado el presupuesto de TV3, que roza los 300 millones de euros en 2015. Tampoco tuvo empacho en presupuestar ocho millones el año pasado para el 9-N, si bien el coste final de la consulta está siendo investigado por la Justicia.

Esta estrategia indica hasta qué punto Mas ha usado la quimera soberanista para tapar su indigencia política y su incapacidad para solucionar los problemas de los catalanes, a los que sigue ocultando el desgarro económico inasumible que tendría una eventual secesión de Cataluña.

Plantear, por tanto, la independencia como un proyecto viable en una situación de fragilidad económica como la que aqueja a Cataluña supone una burla a los ciudadanos. Hacerlo, además, sin asumir las responsabilidades propias añade una sobredosis de cinismo que indica hasta qué punto Mas ha perdido el contacto con la realidad.

EDITORIAL EL MUNDO – 02/11/15