ABC-LUIS VENTOSO
Prohibido decir «Navidad», o destacar el deber constitucional del Ejército
ES admirable el servicio que presta la Unidad Militar de Emergencias ante incendios forestales y todo tipo de catástrofes. Salvan muchas vidas y todos les estamos agradecidos por su esfuerzo, con frecuencia heroico. También nos congratula la labor que desempeñan los militares españoles en relevantes y arriesgadas misiones de paz en el extranjero. Sin embargo, nuestra nación no se dotó de un Ejército para apagar fuegos en los montes, ni para contribuir a la pacificación de otros países u organizar vistosos desfiles. En su artículo 8, la Constitución establece de manera clara y sucinta cuál es la razón de ser medular de nuestras Fuerzas Armadas, que no es otra que «garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional».
Por eso todo sonó a impostura en la videoconferencia de Sánchez con los militares españoles, empezando por felicitarles la Navidad negándose a emplear esa palabra y terminando porque se trata de un presidente sostenido por partidos que atacan la integridad territorial de España y su Constitución. El término Navidad está proscrito en la jerga progresista de Sánchez, que con los ejércitos optó por los eufemismos «estos días» o «en estas fiestas» para no decir Navidad, Pascua o Nochebuena (quién sabe, tal vez esto de la Navidad sea el enésimo invento del siempre revoltoso Franco…). Es perfectamente respetable que Sánchez sea ateo, por supuesto. Pero un presidente de España no puede permitirse censurar la palabra «Navidad» porque a él no le guste, dado que gobierna un país mayoritariamente católico (casi el 70%). Huelga decir que si Sánchez estuviese dirigiéndose a la población musulmana con motivo del Ramadán no tendría problema alguno para repetir ese término hasta el empalago.
La deslealtad de Sánchez ha llegado al extremo de que nos ha ocultado que en su reunión con Torra, el pasado jueves, el mandatario catalán le entregó un documento con 21 exigencias, entre ellas, la autodeterminación –léase independencia– y la petición de mediadores internacionales para impulsarla. Los españoles teníamos derecho a que nuestro Gobierno, que habla profusamente de lo divino y lo humano, nos informase de que se le plantearon demandas inconstitucionales. Pero solo lo hemos sabido porque Torra lo cantó ayer.
En 2014, Sánchez abogó por suprimir el Ministerio de Defensa, como recuerdan las inclementes hemerotecas. Es cierto que Carmen Calvo, portento emergente de la metafísica, ya ha dejado claro que el Sánchez candidato y el Sánchez presidente son dos Sáncheces diferentes. Pero incluso así, resulta un poco hipócrita que busque una foto navideña con un estamento del que renegaba hace solo cuatro años (aunque bienvenida sea la rectificación). En la videoconferencia, Sánchez elogió las misiones de paz y se felicitó de la incorporación de la mujer al Ejército. Pero soslayó lo crucial: los militares están ahí para defender la nación, su unidad y su Constitución. La videoconferencia se convirtió en juegos florales para no hablar del incómodo elefante invisible que deambulaba por la habitación: un presidente rehén del separatismo para perdurar en el poder.