EL MUNDO 20/11/15 – CASIMIRO GARCÍA-ABADILLO
· El Gobierno está convencido de que Mas será investido presidente de la Generalitat antes de las elecciones generales del 20-D.
Los movimientos detectados en los últimos días y el pánico en los círculos soberanistas a la convocatoria de nuevas elecciones han confluido para encarrilar un acuerdo que parecía imposible hace tan sólo 10 días.
A que se produzca ese cambio ha colaborado enormemente el líder de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), Jordi Sànchez, que ha ejercido una intensa presión sobre la CUP para que su cerrazón no aborte el proceso.
La ANC, de hecho, había convocado una gran manifestación el pasado domingo para llamar al consenso entre los partidos que defienden la independencia. El acto tuvo que ser suspendido por los atentados de París, pero se celebrará este domingo.
A Sànchez, un hombre que proviene de ICV, como Romeva, se le atribuye cierto ascendiente sobre la CUP y, esto es lo más importante, la capacidad de movilizar a miles de personas que, en estos momentos, según sus palabras, se encuentran «decepcionadas».
La ANC se convirtió en la palanca esencial para la creación de Junts pel Sí y ahora vuelve a ser la herramienta clave para forzar a la CUP a aportar los votos que necesita Mas.
El punto crítico de la negociación, según fuentes solventes, es que el partido de Baños exige una muestra inequívoca por parte del president de que va a seguir la hoja de ruta marcada para alcanzar la república catalana, lo que implicará desobedecer la resolución del Tribunal Constitucional, que suspendió la declaración independentista del Parlament.
El Gobierno cree que Baños llevará ese principio de acuerdo a la asamblea que la CUP tiene previsto celebrar la próxima semana. Una de las alternativas que se barajan es que no vote a favor de la investidura todo el grupo, sino sólo los dos parlamentarios que harían falta para lograr la mayoría.
Resulta curioso que el consejero de Economía en funciones, Mas-Colell, uno de los hombres más críticos con los acuerdos firmados entre el president y los antisistema, afirmase el pasado lunes en un artículo publicado por Ara: «De la CUP podemos aceptar dos votos para la investidura de Artur Mas como presidente, pero no sus condiciones».
Aunque parezca paradójico, la presión de la facción más moderada de CDC (la salida de Fernández Teixidó es un camino que podrían seguir otros históricos del nacionalismo) también ha ayudado a allanar el camino.
Las declaraciones de Francesc Homs, un consejero muy cercano a Mas y situado en el ala más radical de Convergència, abogando por una «solución negociada» con el Estado justificada porque el independentismo ahora no tiene suficiente fuerza como para «culminar el proceso», ha sido interpretada en fuentes del Gobierno como un aviso a navegantes.
No es que haya habido un giro hacia la moderación, sino, según apuntan las fuentes, una velada amenaza a la CUP y a ERC de que Mas podría reconsiderar el proceso, e incluso la continuidad de Junts pel Sí, si no se produce la investidura en las próximas semanas.
El soberanismo ve con preocupación el desánimo que cunde en sus filas. Por eso rechaza la posibilidad de convocar nuevas elecciones, lo que habría que hacer si no está constituido un nuevo Gobierno antes del 10 de enero. Si se diera esa opción, la CUP sabe que ganaría peso, al robarle apoyos a ERC, pero también que la suma de los votos independentistas nunca llegaría a los 72 escaños que ahora tiene. Por eso Baños dice que adelantar los comicios «es reaccionario».
Los separatistas están convencidos de que las generales se van a analizar desde Madrid como otro plebiscito y temen que el apoyo a sus opciones quede muy por debajo de la suma de los partidos constitucionalistas. Por eso quieren que Mas sea investido antes del 20-D.
EL MUNDO 20/11/15 – CASIMIRO GARCÍA-ABADILLO