Iganacio Marco-Gardoqui-EL CORREO
Los ‘adoradores del gasto público’ estarán de enhorabuenacon la nueva inyección de liquidez europea

Quizás recuerde que el pasado domingo le confesaba mi perplejidad ante la evolución de la política monetaria que, a este paso, me obligará a volver a las aulas a que me expliquen lo que no me enseñaron entonces y no entiendo ahora. Pues bien, esta semana todo se ha extremado aún más. ¡Vaya plan! La situación sanitaria no aplana su emergencia y nos obliga a mantener las normas de comportamiento social, con sus graves restricciones a la movilidad y al reagrupamiento social y a controlar con mimo los incipientes balbuceos de la desescalada en plenas fiestas de la Navidad.

Como eso tiene consecuencias económicas y distorsiona la llegada de la demanda a las empresas, el Banco Central Europeo decidió el jueves dar una nueva vuelta a la tuerca del banquete monetario. Al inicio de la pandemia puso encima de la mesa 750.000 millones de euros, a los que añadió 600.000 millones más en el mes de junio, cuando comprobó que la enfermedad duraba más de lo inicialmente previsto. Bueno, pues ahora coloca otros 500.000 lo que da un total mareante de 1,85 billones con los que comprará todo lo que esté a la venta. También extenderá el plazo hasta marzo de 2022 y recomprará la deuda vencida hasta finales del 2023.

La ampliación de éstos fondos muestra que el BCE no confía en que la crisis desaparezca antes del 2023

Supongo que los ‘adoradores del gasto público’ estarán de enhorabuena pues esto les va a permitir mantener muy abierto el riego de dinero en los presupuestos públicos, pero no deberían olvidar que ese movimiento demuestra que el máximo organismo monetario europeo no confía en que la crisis desaparezca antes del 2023. Es decir, tras un año de desastre nos quedan dos más de sufrimiento.

La otra noticia del jueves fue que batimos un nuevo récord con la deuda española y traspasamos una frontera sicológica. Por primera vez en la historia el bono español a diez años se emitió con un interés negativo. Increíble, pero cierto. De las grandes economías ya habían cruzado el umbral de la rentabilidad negativa Alemania, Francia, Holanda y Bélgica y justo antes lo hizo Portugal. Nos tocaba. Lo repito otra vez, para ver si lo entiendo: España toma hoy una deuda que devolverá, reducida, dentro de diez años. Es decir, los inversores piensan que los precios se mantendrán estables en la próxima década y en ese plazo no ven ninguna alternativa de inversión que proporcione una rentabilidad, ni siquiera mínima, asumiendo un riesgo razonable.

¿Cómo es posible? Pues porque lo primero habilita lo segundo. Es decir, el que compra la deuda es el BCE que no se preocupa por la rentabilidad de sus inversiones, ni teme la insolvencia de sus deudores que son, además, sus socios nacionales. ¿Es eso temerario? Pues ni idea. A mí me parece alucinante. El BCE se centra en evitar los estrangulamientos de liquidez en el sistema, vamos que por dinero no quede, y en que los Estados no tengan problemas a la hora de financiar los inconmensurables déficits que provocan sus desaprensivas actuaciones presupuestarias.

Sin duda alguna, ambas está consiguiendo ambos fines, pero ¿Sabe alguien cómo termina esta historia increíble? ¿Será verdad que el final es solo un apunte contable que borra la deuda que desaparece de sus balances de la misma manera como ‘El Piojo’ desapareció de la cárcel de Valdemoro? ¿Así, tan fácil? Pues hay dos cosas que ni aún así consigue. Ni se estimula la inflación, ni el euro afloja contra el dólar. Lo primero es grave, pero lo será en el futuro, lo segundo estresa el presente de la economía europea. Un dólar débil dificulta las exportaciones de nuestra empresas y eso puede lastrar la recuperación de países como Alemania, Holanda, etc., que son grandes exportadores a todo el mundo y a quienes, no sin razón, consideramos como las locomotoras de la UE. A nosotros también nos perjudica, al menos en aquella parte que vendemos con la moneda americana de referencia.

Le resumo toda mi perplejidad: El PIB europeo decrece; la liquidez alcanza proporciones oceánicas, los tipos de interés se arrastran… pero el euro se revaloriza. ¿Nos hará alguien la caridad de explicarnos semejante paradoja?