EL MUNDO 28/09/15
· Junts pel Sí gana las elecciones pero necesita a la CUP, que anuncia que «seguramente» no reelegirá al ‘president’ Ciutadans liderará la oposición ante el hundimiento de la marca de Podemos y del PP.
El independentismo logró anoche la mayoría absoluta de los escaños del Parlament, pero no la de los votos emitidos. Con una participación nunca vista (más del 77%, 10 puntos por encima del récord marcado en 2012), los soberanistas alcanzaron 72 diputados en las históricas elecciones catalanas de ayer. Junts pel Sí, la lista conjunta de Convergència y Esquerra, consiguió 62 representantes, pero necesitará a los 10 de la CUP para rebasar la barrera de los 68. Como consecuencia de eso, no es ni mucho menos seguro que Artur Mas repita como presidente de la Generalitat.
La claridad de la victoria tiene importantes salvedades, máxime cuando Mas y Oriol Junqueras habían planteado las elecciones como un plebiscito sobre la independencia. Sobre todo una: la suma de los votos de la lista ganadora y la CUP se quedó lejos del 50% (al cierre de esta edición, estaba en el 47,8%), y por debajo del apoyo total que obtuvieron las formaciones no independentistas.
En ese ámbito despuntó Ciutadans, con unos resultados que suponen un inmejorable preludio para la candidatura de Albert Rivera a La Moncloa. La lista de Inés Arrimadas obtuvo 25 diputados, casi triplicando los nueve actuales, y superó a PSC (16), Catalunya Sí que es Pot (11) y PP (11). Los partidos no independentistas lograron ayer más de dos millones de votos, mientras que, al cierre de esta edición, Junts pel Sí y la CUP se quedaban en 1,9 millones.
Además, por primera vez en unas elecciones autonómicas desde 1980, la suma de convergentes y republicanos se quedó por debajo de la mayoría absoluta del Parlament. De hecho, anoche Junts pel Sí y la CUP lograron peor resultado que en 2012: CiU, ERC y el partido anticapitalista tenían hasta ahora 74 diputados, y en la próxima Cámara catalana, sólo ocuparán 72. En conjunto, CiU y ERC han perdido nueve representantes.
Sólo desde un objetivo tan conservador como el que se marcó Mas –el candidato a president de Junts pel Sí, aunque era el número cuatro de la lista– se pueden considerar los resultados de anoche un éxito para los independentistas. El líder de Convergència dijo al principio de la campaña que le bastaba con una mayoría absoluta soberanista en escaños para poner en marcha su plan, y anoche lo confirmó. «No aflojaremos, tenemos un mandato democrático y una gran legitimidad para sacar adelante este proyecto», dijo tras los comicios.
Pero no está claro si será él quien administre el resultado. El gran crecimiento de la CUP (pasa de tres a 10 diputados en la Cámara) propiciará que el partido anticapitalista encabezado por Antonio Baños tenga en su mano acabar con la carrera política del president.
La CUP ha insistido durante toda la campaña en dos hechos: en que para recorrer el camino de la independencia unilateral veían imprescindible superar el 50% de los votos y en que, además, no están dispuestos a votar la investidura de Mas. El hasta ahora diputado Quim Arrufat dijo ayer que «seguramente» no aceptarán la reelección del actual president.
Baños ha insinuado ya en algunas entrevistas que podrían proponer a otro candidato de Junts pel Sí una «figura de consenso» como presidente. Podría ser Raül Romeva –el número uno simbólico de la lista– o incluso Junqueras. Convergència tenía previsto comenzar a maniobrar para convencer a la CUP de que se abstuviera en la segunda vuelta para permitir que Mas repitiera, pero con los resultados de ayer en la mano ni siquiera eso le bastaría al actual president.
El resultado apunta además a que el independentismo puede haber alcanzado su techo de cristal. Con el 99% escrutado, Junts pel Sí y la CUP obtenían un apoyo de 1,9 millones de ciudadanos, pocos más de los que votaron a favor de la independencia el 9-N.
Si en Junts pel Sí pasaron la noche razonablemente contentos pero con la calculadora en la mano, la euforia en la celebración electoral de Ciutadans no tenía matices. Arrimadas desbordó las expectativas y, con más de 700.000 votos, se convertirá en la jefa de la oposición en el Parlament. El partido aprovechó que gran parte de los catalanes asumieron la convocatoria como un plebiscito y capitalizó la oposición a la independencia.
Además, Ciutadans obtuvo representación en todas las provincias: hasta ahora, sólo había logrado escaños en Barcelona. Ayer fue la segunda fuerza en todas las circunscripciones, siempre por detrás de Junts pel Sí. «Cataluña es España», gritaron enfervorizados la mayoría de los seguidores del partido en la celebración posterior a las elecciones. «Tres per cent, tres per cent», corearon después, cuando Arrimadas dijo: «Con estos resultados Mas sólo puede dimitir. Pedimos unas nuevas elecciones».
La discrepancia en la sociedad catalana es total porque, mientras la candidata de Ciutadans hacía estas peticiones, Junqueras veía «una mayoría más que suficiente» para avanzar hacia la independencia y Romeva aseguraba: «No hay alternativa, el dique se ha roto».
El PSC salvó los muebles a última hora. La original campaña de Miquel Iceta, que partía desde muy abajo en los sondeos, propició que los socialistas mantuvieran medio millón de votos y la tercera posición en el Parlament. Sin embargo, perdieron cuatro de sus 20 escaños: los tiempos de Pasqual Maragall, con más de un millón de votos en dos convocatorias consecutivas (1999 y 2003), parecen definitivamente olvidados. En consecuencia, el resultado de ayer es el peor de la historia del PSC.
La gran decepción de la noche fue para los simpatizantes de Catalunya Sí que es Pot. La apuesta de Podemos por cerrar una alianza con ICV funcionó en las municipales, y Ada Colau se convirtió en alcaldesa de Barcelona. Pero anoche, la formación se quedó en 11 diputados, muy lejos de pronósticos de encuestas que, antes del verano, le otorgaban hasta 30 representantes y apuntaban a que podría luchar contra Junts pel Sí por la primera plaza.
Al final, su discurso social quedó arrollado por el debate sobre la independencia, y será la cuarta fuerza política con 11 diputados: no retienen ni siquiera los 13 que obtuvo ICV en solitario en 2012. Si los resultados de Ciutadans suponen un impulso para Albert Rivera, los de Lluís Rabell (a quien muchos incluso dentro de Podemos culpan de la debacle) pueden lastrar a Pablo Iglesias de cara a las generales.
El PP también sufrió un descalabro importante. La apuesta de relevar a Alicia Sánchez-Camacho (el partido tenía encuestas que le vaticinaban menos de ocho escaños) funcionó sólo a medias. Xavier García Albiol, aupado para frenar la sangría de votos a Ciutadans, sólo logró mantener 11 de los 19 escaños que los populares tenían hasta ahora en la Cámara catalana.
Quien se despide del Parlament después de 35 años es Unió Democràtica de Catalunya. El histórico partido, fundado en 1931, se presentaba por primera vez desde la Transición a unas elecciones en solitario, después de que en julio saltara por los aires la federación con Convergència. Su resultado era una de las grandes incógnitas de la noche, e incluso el sondeo a pie de urna de TV3 le pronosticaba una horquilla de entre cero y tres diputados.
Finalmente, la alta participación impidió que los 100.000 votos que Unió logró ayer sirvieran para darle representación en el Parlament. El líder del partido, Josep Antoni Duran Lleida, admitió apenado tras el escrutinio que no habían logrado su objetivo y que pondrá su cargo a disposición de la formación.
Desde primera hora de la mañana quedó claro que los ciudadanos habían otorgado a estas elecciones una importancia mucho mayor que a otras autonómicas. Las colas en los colegios eran generalizadas en toda Cataluña; en muchos puntos de Barcelona había que esperar más de una hora para votar.
A las 13.00 horas, la participación subía casi seis puntos con respecto a 2012; a las 18.00 horas ya eran casi siete. Este aumento era global, pero las provincias en las que más había aumentado eran Gerona y, sobre todo, Tarragona. En porcentaje, la movilización era mayor en las comarcas más independentistas, pero en número de votos se notaba más en las más pobladas (Barcelonès y Baix Llobregat), feudos teóricos de los partidos constitucionalistas. Así que, hasta que se cerraron las urnas, la incertidumbre fue máxima. Finalmente el porcentaje se quedó en el 77,45%.
Para calibrar la magnitud del dato basta recordar que en las últimas cinco convocatorias de generales la media de participación en Cataluña era del 70,7%, mientras que, cuando las elecciones eran autonómicas, la participación bajaba un promedio de 10 puntos: era del 60,8% en el mismo periodo. Ayer la movilización superó la de convocatorias emblemáticas como la de la primera victoria de José María Aznar (77,3%), la última de Felipe González (76,44%) o la de 2004 de José Luis Rodríguez Zapatero, cuando, tras los atentados del 11-M, votó un 75,6% de catalanes.
El presidente de la Generalitat votó con algún incidente: un grupo de simpatizantes de Vox exhibieron banderas de España y gritaron consignas, y algunos de los que estaban en el colegio electoral les respondieron con el grito sincopado que ha protagonizado la campaña de Junts pel Sí: in-inde-independencia.
Como el resto de líderes, Mas se felicitó tras votar de la gran participación. Y, como colofón a una campaña que ha dedicado a tratar de denostar la «estrategia del miedo» que atribuye al Gobierno, insistió en los «obstáculos» que había puesto para que las elecciones tuvieran un cariz plebiscitario. Sin embargo, después del escrutinio prefería fijarse en los escaños, y no en los votos.
RÉCORD DE PARTICIPACIÓN
77,46%. El carácter excepcional de las elecciones catalanas ha tenido su fiel reflejo en las urnas, con una participación que ha batido el récord en unos comicios autonómicos. En total, votaron 3.911.517 catalanes, un 77,46% de los censados. Una cifra que supera en 10 puntos a las anteriores autonómicas de 2012, en las que se registró un 67,76% y que era el récord hasta ahora. Las continuas llamadas a la participación han tenido así efecto y han hecho que se disparara el dato final.