JUAN CARLOS VILORIA-EL CORREO

  • Es inevitable el paralelismo entre el deterioro del Barça y la Cataluña independentista

Desde que los directivos del Barça aceptaron utilizar al club en el ‘procés’ como un elemento más de la extrapolación identitaria catalana frente al resto de España, el deterioro de la institución ha sido imparable. Gracias a los éxitos deportivos y el contrapeso formidable de la imagen de Leo Messi se ha sostenido el decorado los últimos años. Pero coincidiendo con la crisis del verano cuando el genio de Rosario intentó abandonar el equipo, el andamiaje de la entidad corroída por escándalos de gestión, intereses políticos y malversaciones varias se empezó a venir abajo.

Nadie avisó a las televisiones de la detención en su domicilio del expresidente José María Bartomeu, como se ha hecho sistemáticamente en otros casos, así que el Barça pudo librarse de la pena del telediario. Pero el daño desde la época del perdonavidas Joan Laporta y el especulador Sandro Rosell estaba hecho. Bartomeu llegó cuando el soberanismo ya había tomado posiciones en la entidad azulgrana y presionaba firmemente para convertirlo en ariete del ‘procés’ y altavoz internacional de sus pretensiones independentistas. Laporta ya había incluido en los contratos deportivos la cláusula que obligaba a los futbolistas brasileños, croatas o argentinos a aprender catalán e integrarse en la sociedad catalana. En enero del año en que llegó Bartomeu a la presidencia ya se había celebrado en el Camp Nou el Concierto por la Libertad, organizado por Omnium Cultural y la Asamblea Nacional Catalana. Pese a que el reglamento de la FIFA prohíbe la utilización del deporte en beneficio de intereses políticos, los directivos del Barça pusieron el club al servicio de la causa soberanista. En el minuto 17 se hizo costumbre corear el eslogan ‘in-de-pen-den-cia’ y ondear las banderas esteladas, en recuerdo del año 1714 en que las tropas de Felipe V tomaron Barcelona en el final de la Guerra de Sucesión. Un desaire a los cientos de miles de seguidores que el Barça tiene por toda España.

Neymar, Rakitik, el propio Leo nunca cumplieron la cláusula del catalán, o por indiferencia o por expresa negativa, pero el Barça siguió su camino político-deportivo con las pitadas al jefe del Estado, los apoyos a los presos condenados por sedición y los respaldos al referéndum ilegal y «el derecho a decidir». Es inevitable establecer un paralelismo entre el deterioro de la entidad deportiva y la Cataluña independentista. Inevitable comparar la salida de miles de empresas de una sociedad sin seguridad jurídica con el intento de salida exprés del gran icono y salvavidas del club Leo Messi el pasado verano. Si las próximas elecciones las gana el ‘indepe’ Laporta puede darle la puntilla a la imagen del Barça con la ecuación más política, menos club.