TONIA ETXARRI-EL CORREO

Santo viernes, que no viernes santo. Porque no habrá libertad de movimiento en las próximas vacaciones tal como la hemos conocido antes de la pandemia. Como debe ser, de momento, hasta que la vacunación generalizada habite entre nosotros. Pero mañana viernes se esperan con expectación las decisiones que pueda adoptar la comisión técnica (Labi) como quien aguarda un premio de consolación. Si finalmente los expertos de protección civil deciden liberarnos de los confinamientos municipales, la gente se lo tomará como la pedrea de la lotería navideña. Intercambiar relaciones comerciales más allá de los municipios colindantes, a lo largo y ancho de nuestra geografía, aunque no podamos salir de Euskadi.

Algo es algo, después de tantas semanas. Al juez Garrido le cayó una tromba de críticas y descalificaciones ya no por sus imprudentes declaraciones sino porque su equipo del tribunal (él fue el ponente) se había atrevido a liberar el cierre de la hostelería, contraviniendo la ordenanza del Gobierno vasco. Fue duramente criticado desde las instituciones (Gobierno vasco y Alcaldía de Bilbao). Pero ese foco de actividad social tan demonizado, con la fuerza de los hechos, ha demostrado que, si los clientes respetan las normas, puede ser perfectamente compatible con la salud.

Los datos de Madrid, cuya presidenta se ha esforzado en mantener la hostelería abierta combinada con el cierre perimetral de la comunidad, avalan el acierto. Los de Euskadi también. Datos positivos en los últimos días. Han caído los contagios. Es una verdad irrefutable. Eso es lo que importa. La recuperación económica y la vacunación, que en el País Vasco sigue estando en el furgón de cola, son las tareas urgentes a las que nuestros gobernantes deberían estar dedicados las veinticuatro horas de su jornada. Los virólogos confiesan su temor: a este ritmo no vamos a llegar al 70% de vacunación este verano.

Si esto es así, hay que aprender a combinar la lucha contra la enfermedad con la creación de empleo. ¿Cuántos parados tenemos ya en este país si a los 4 millones registrados le añadimos los 900.000 de los ERTE? Ya se sabe que las ayudas son un parche y las subvenciones un señuelo. Para fomentar las inversiones hay que mantener alejadas las cruzadas ideológicas. La política de palacio se aleja de las necesidades más perentorias. La relación bilateral entre La Moncloa y Ajuria Enea está engrasada. A este paso llegará antes la transferencia de Prisiones que las vacunas para todos.

El lehendakari espera llevarse un buen pellizco del reparto de los fondos europeos. Con el decreto aprobado en el Congreso, gracias a la abstención de Vox, que faculta al Gobierno de La Moncloa la adjudicación del dinero europeo sin ningún mecanismo de control previo. Y sin control, ya se sabe que los repartos van ‘a dedo’. Con la urgencia como excusa.